Unalma

Cómo afrontar la soledad

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Cómo afrontar la soledad – Por Jorge Carvajal.

Cómo afrontar la soledad es una reflexión en la que Jorge Carvajal nos explica que la compañía y la soledad no son antagónicas. La compañía nos puede generar una profunda soledad y la soledad nos puede generar un profundo sentimiento de compañía. No estamos hablando de contrarios, sino de complementarios.

Cómo afrontar la soledad - Jorge Carvajal

¿Cómo podemos vivir la soledad en compañía? ¿Cómo pudiéramos vivir la compañía en soledad? Ese es el desafío.

Si no aprendemos a estar con nosotros mismos, a ser nuestra propia compañía, estamos condenados a una soledad negativa, a una soledad que no se llena con nada.

La soledad nos permite, resonar con nosotros mismos, escucharnos, completarnos y restaurar el sentido de vivir. Desde la solidez de la soledad podemos acompañar a otros y sentir que no nos perdemos, que seguimos siendo nosotros. Si no hay soledad, si no buscamos el silencio, si no podemos estar con nosotros mismos, entonces no podemos estar con nadie. Estaremos perdidos por la vida.

No hay peor soledad que la soledad acompañada

Existe una búsqueda compensatoria de distractores externos que incrementan el sentimiento de vacío interno (la televisión, la playa, fiestas, reuniones, etc.). Esa búsqueda de placer y recompensa externa incrementa el sentimiento de soledad generado por nuestra propia ausencia. La soledad es un tema que concierne al sentido de la vida. Al perder el sentido, perdemos la dirección y nos sentimos perdidos. Y al sentirnos perdidos en medio de la multitud se experimenta la necesidad de cambiar el sentido, cambiar la dirección. Dejar de ir, y empezar el devenir. Comenzar a regresar.

Cuando estamos perdidos tenemos la opción de regresar por el camino de nosotros mismos. En ese camino de regreso experimentamos el silencio y escuchamos nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestros pensamientos. Así nos conocemos de nuevo, nos re-conocemos. Es la voz del habitante interior, nuestra permanente compañía, el alma.

Hay una soledad, la de la víctima, que no nos conduce a nosotros. Nos lleva al vacío de un aislamiento sin sentido. Regresamos a nosotros para lamentarnos, para sentirnos víctimas. Al buscar la soledad para encontrar una seguridad en la coraza de nuestra personalidad, experimentamos un sentimiento de tristeza. Y esa tristeza se congela y produce depresión. Buscamos una falsa seguridad en un interior que no es el interior: es la coraza de nuestro carácter, de la personalidad, que nos conduce a la inercia de los antiguos hábitos que generan dependencia.

Un modo de regresar a nosotros es abandonar el ruido de la falsa compañía, del falso soporte externo, y encontrarnos con nosotros mismos (lo cual requiere valor). Sanamos desde nuestras propias heridas. Sanamos a través del aprendizaje de nuestro propio dolor, y así revelamos nuestra esencia, el amor que somos.

Nadie llenará nuestros vacíos, porque nuestros vacíos son solo falta de nosotros mismos. Al creer que sabemos, no sabemos que ignoramos. Y para saber que ignoramos, tenemos que regresar a nosotros.

El sendero de la soledad nos lleva a reconocer nuestra propia sombra, nuestro dolor, nuestros errores. Pero nuestros errores, cuando estamos con nosotros mismos, son nuestros mejores maestros. Aprendemos la lección, y al estar solos descubrimos a cuántas cosas estábamos aferrados. Nos liberamos cuando dejamos de huir de nosotros mismos.

Podríamos decir que la soledad no existe, que es una ilusión que se disuelve cuando cada quien es su propia compañía. El sentimiento de soledad puede ser como un maestro que nos muestra el camino para superar la resistencia al ser que somos. Es un maestro que nos lleva a comprender que en compañía del habitante interior, el alma que somos, nunca estamos solos. Cuando experimentamos el amor del alma, adentro, comprendemos que Dios nunca se ha ido de nosotros.

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