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Educar para la felicidad – Jorge y Tatiana Carvajal

Educar para la felicidad - Tatiana Carvajal

Educar para la felicidad - Tatiana Carvajal

Educar para la felicidad – Una charla entre Jorge Carvajal y Tatiana Carvajal

En esta entrevista Jorge Carvajal y Tatiana Carvajal, comparten sobre la necesidad de un modelo educativo humanista, comprometido con la búsqueda de la felicidad.

“Educar no es capacitar para repetir, ni siquiera para pensar, que ya las máquinas lo harán mejor que nosotros. Se educa para vivir, asumiendo que el sentido mismo de la vida es la felicidad…”

Introducción

Educar no es formar, ni programar. La educación no puede ser un molde para moldear, ni un modelo para modelar al ser humano. Es un proceso dinámico para despertar, activar y liberar el potencial latente en cada quien. Educar no puede ser un método para conseguir que los alumnos sean lo que sus maestros quieran. Todo proceso educativo es liberador, en cuanto permite aprender utilizando el precioso legado de miles de millones de años evolución:

  • El prodigioso instrumento de nuestro cuerpo con sus ordenadores incorporados para interiorizar del universo. En el seno de su biología podemos inscribir el aprendizaje vivo de nuestra biografía.
  • El variopinto campo de emociones, deseos, sentimientos y aspiraciones, que en el aprendizaje aporta los matices y el colorido que dan un sentido personal a cada lección. Tiene en el corazón su principal procesador.
  • La facultad única de pensar que, conjuntamente con el cuerpo y la emoción, constituyen el vehículo de un viaje, que conduce progresivamente de la intuición, a la inspiración y la creación.

La educación y el ascenso de la conciencia

La educación es un catalizador del aprendizaje que nos lleva de los niveles automáticos de conciencia vegetativa e instintiva, a la conciencia reflexiva, para acceder, a través del intelecto y la intuición, a la posibilidad de vivir una vida inspirada y creativa.

Es función del sistema educativo responder a la necesidad de aprendizaje correspondiente a cada fase del desarrollo. Un niño, por ejemplo, tiene la necesidad de un aprendizaje lúdico que le permita , la coordinación del movimiento a través del juego, el contacto con la naturaleza, el desarrollo de su sensorialidad y sus sentidos.

Ese carácter lúdico que activa los circuitos del placer y la recompensa, seguirá siendo clave en etapas posteriores del desarrollo, para activar la función de redes neuronales que controlan la atención y la fijación de información.

Los adolescente tienen la necesidad de sacudirse de todas las formas de dependencia externa, y rebelarse para descubrirse y afirmarse.

La necesidad más sentida del adulto es la de realización, mientras la necesidad de quienes se han podido realizar, es la de alcanzar en vida la experiencia de la trascendencia.

Como una condición que integra transversalmente todos estos logros, la felicidad es proporcional al grado de desarrollo del potencial del ser.

Aprendizaje y comprensión

Educar no es capacitar para repetir, ni siquiera para pensar, que ya las máquinas lo harán mejor que nosotros. Se educa para vivir, asumiendo que el sentido mismo de la vida es la felicidad, y que se puede ser feliz cuando la vida fluye, se reinventa, se recrea. Una educación humanista implica acceder a una humanidad en constante ascenso con toda la naturaleza.

Estamos repletos de explicaciones y de códigos que para nada nos implican, generando aplicaciones y protocolos desprovistos de la verdad subjetiva en la que también vivimos.

Más que explicaciones y aplicaciones, sin la esencia medular del corazón y el sentimiento, una educación humanista necesita liberar lo mejor del potencial único que reside en cada ser humano. No bastan para ello conocimientos y destrezas, es necesario que ambos sean cualificados por el sentir, que aporta una cualidad única al aprendizaje.

Aprender a aprender y a desaprender, aprender a conocer y a conocerse, aprender a amar, aprender a implicarse, para proyectar lo mejor de nuestro ser en nuestro hacer, sería el sentido de una educación que trascienda los intereses de una ingeniería de producción sin corazón.

Educaren su más amplia acepción, es un método para activar la más humana de todas nuestras facultades: la creatividad. Esta, es una alquimia de todas las modalidades de inteligencia, que permite el continuo ascenso de lo humano hacia nuevos niveles de conciencia.

Cuando la educación no disocia el intelecto del amor, conduce al campo unificado de la comprensión, una especie de emergencia de los campos del pensamiento y la emoción.

Aprender es, en este sentido, mucho más que conocer: es ese comprender en el que el aprendiz también se convierte en lo que aprende. Es un saber, en el que el conocedor, más allá de conocer, sabe, y sabiendo que sabe, lo cree, lo crea y se recrea.

El aprendiz es un creador

Cuando lo aprendido trasciende la memoria y los sentidos, ya no sólo es una réplica de una imagen exterior; es una concepción interna, en la que el perceptor concibe un nuevo mundo, a partir del mundo percibido.

Así, lo aprendido, no sólo será aquello que se puede recordar. Será, especialmente, la conciencia de un mundo que se crea y encarna al interior.

De cierto modo, quien aprende se convierte en lo que aprende y, esta comprensión, transforma su modo de vivir. Lo cual nos puede llevar a concebir que toda esa gran corriente de aprendizaje, que es la vida, aprende y se renueva en cada aprendiz.

Somos creadores de felicidad.

El mundo del futuro tendrá sin duda la magia de la robótica y la inteligencia artificial. Pero estas no podrán ser el ingrediente principal de un aprendizaje que, en la escala de lo humano, implica tanto el desarrollo de la inteligencia cognitiva como de las inteligencias emocional y social, condiciones para que cada persona de la nota única que puede dar.

Razas, culturas y civilizaciones son afluentes de una gran corriente que irriga una tierra en la que la unidad, es producto de la diversidad. En ese sentido, la educación será una fuerza catalizadora del proceso continuo de expansión de la conciencia individual y colectiva, o quedará convertida en una corriente para programar, alienar y deformar, dando al traste con la creatividad.

Necesitamos asumir el rol de una humanidad que va emergiendo al nivel de la conciencia creativa. Necesitamos todos participar de un proceso educativo continuamente renovado, en el que la pedagogía, la andragogía, y todos las estrategias de enseñanza , partan de la concepción de la vida como ese continuo proceso de aprendizaje que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte.

Necesitamos abandonar el mundo estéril de la indiferencia y comprometernos a vivir como lo que somos: aprendices permanentes. Así, plenamente comprometidos con la vida, abandonaríamos la competitividad como estrategia de supervivencia. Entonces, más que sobrevivir, podríamos vivir con dignidad, recreando y disfrutando la vida. Para tal fin necesitamos un sistema educativo orientado hacia la felicidad.

Necesitamos, en fin, una educación que nos ayude a pensar, a concebirnos, a conocernos y a reconocernos en las relaciones con nosotros y con el mundo. Ese modelo de educación nos implicará a todos y nos hará partícipes del proceso continuo de creación que es la evolución.

Este tipo de educación, nos llevará a una libertad con responsabilidad, condición esencial para la expresión del potencial del alma humana. Será una educación para la felicidad.

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