Más allá del ruido insustancial: aprender a cuidarnos para cuidar de los demás
Frente a un riesgo de contagio que es real ¿cómo podemos protegernos? Saber hacerlo con responsabilidad es al mismo tiempo la mejor forma de cuidar a los demás. No se trata de huir y congelarnos por el miedo. No, es un asunto de simple humanidad el que nos podamos asumir dignamente, sin alimentar la guerra fría del victimismo y de la crítica que nos quitan la paz y debilitan nuestra inmunidad.
Sirvamos desde el ejemplo, cuidando el alimento, el ejercicio, el sueño. Practiquemos la meditación. No echemos más leña al fuego del señalamiento que produce los venenos de la irritabilidad y la crispación. Hay agua sucia en la bañera de nuestra sociedad, es cierto, pero no podemos botarla con el niño adentro. Más allá de las aguas pestilentes de la corrupción, en nuestra humanidad hay torrentes de buena voluntad y de solidaridad. Tanta gente ha ofrendado su tiempo y su vida por nosotros que perder el tiempo en tanto ruido insustancial, oscurece innecesariamente el panorama y nutre la ignorancia.
Perder la sensatez, el sentido común y hasta el instinto de supervivencia; gritar cuando no se tiene claridad, generalizar y extrapolar sin fundamentos, nos desgasta. No es razonable ni justo que avalemos el negacionismo anticientífico, que no sólo niega el cambio climático sino la misma existencia de la pandemia. Reconozcamos que gracias a la ciencia hemos superado epidemias que segaron la vida de centenares de millones de seres humanos.
Es un sinsentido que, en medio del ruido, aún se escuchen gritos de que aquí no ha pasado nada, que no existe el virus y que todas las vacunas son innecesarias. Cuidémonos, pensemos, no traguemos entero. Informémonos y, cuando se trate de temas complejos, busquemos fuentes sólidas y confiables. Conquistemos esa transparencia que nos vacune a todos de esta gran pandemia de sospechas. Restauremos la confianza para ser partícipes de las soluciones, ahora tan urgentes como necesarias.