Postpandemia I
¿El comienzo del final?
A fines de septiembre del 2021 estamos bordeando los 250 millones de casos diagnosticados -bien sabemos que esta es apenas la parte visible del iceberg- y cinco millones de muertes. Pronto tendremos 7 mil millones de vacunas para más de un 40 por ciento de la población mundial con vacunación completa.
El mundo ha afrontado confinamientos, suspensión de viajes internacionales, cierres laborales, incremento del teletrabajo, cambio en los modelos educativos, transformaciones profundas en el comercio, en los modelos de consumo, en la hostelería y el turismo y hasta en los hábitos alimentarios. Los ingentes esfuerzos para reactivar la vida social y financiera han desencadenado rebrotes de casos y hospitalizaciones, aunque la experiencia adquirida durante la pandemia ha contribuido a la salvación de un porcentaje mayor de enfermos con complicaciones graves por el SARS-CoV-2. Después de 20 largos meses de incertidumbre y de fatiga, es tiempo de diseñar estrategias de adaptación inteligente a los nuevos desafíos, aprendiendo de los modelos de mayor resiliencia, para no tirar por la borda la salud, la economía y el sentido mismo de la vida. Ya hoy observamos las consecuencias del estrés sostenido, revelado en un incremento alarmante del síndrome de shock post traumático, por el que pagaremos un peaje muy alto en los años venideros.
La vía de la resiliencia
Conocer la realidad es el principal paso para el cambio necesario
A estas alturas de la crisis ya no se trata de si nos encontraremos o no con el SARS-CoV-2. Ya lo hemos encontrado, tal vez sin que nos diéramos cuenta, o nos lo vamos a encontrar más tarde o más temprano, sin que aún esto nos libere de probables reencuentros con otras variantes del virus original. Y todo esto incluye, aunque con un riesgo muchísimo menor, a las personas vacunadas.
Depende entre otras muchas cosas, de nosotros, de nuestra edad, comorbilidades, y aunque sea mínimamente, de nuestra genética. Pero aquí está lo más importante, lo que sí está en nuestras manos: Vacunarnos, si no hay una contraindicación mayor. Especialmente por asuntos de edad, de comorbilidades o de una exposición intensa como en los casos de ciertas profesiones -trabajadores de la salud, transportadores, condiciones de hacinamiento, atención al público por ejemplo- . Y esto no sólo por nuestro riesgo relativo sino porque podemos ser vectores de la transmisión para los grupos de mayor riesgo.
Aunque parezca anecdótico -de todos modos es humanamente significativo-, he sido testigo de la muerte de colegas jóvenes no vacunados sin comorbilidades, de embarazadas sanas, y de nietos asintomáticos que contagiaron a sus abuelos, que luego murieron en cuidados intensivos. Me han conmovido los hospitales del Sur en Estados Unidos sobresaturados de enfermos graves sin vacunas, en un país donde estas se desperdician, mientras el tercer mundo clama por una mayor cobertura.
¿Es inevitable el contagio?
El contacto directo con el SARS- CoV-2 será inevitable, si aspiramos a mover una economía que garantice la salud y a promover un nivel de salud que garantice una sana economía. ¿Cómo podemos asumirlo con el menor riesgo posible? Vacunados y no vacunados nos vamos a encontrar con el SARS-CoV-2, pero los resultados de este encuentro estarán relacionados con variables como la inmunidad, en buena parte determinada por el estilo de vida, el afrontamiento del estrés, la alimentación, el ejercicio y el sueño. Sumemos a esto el estrés individual y colectivo, al que seremos todos sometidos por los grandes desafíos del cambio climático.
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Para asumir el riesgo del mejor modo posible, la primera necesidad es buscar la salida de la torre de babel de la desinformación con sus secuelas de confusión y de temor. Veamos algunas conclusiones de las investigaciones más recientes:
- Aún no existe una variante que evada significativamente la protección inmune brindada por las vacunas. Esto incluye las variantes Delta y Mu.
Los más completos estudios revelan que los no vacunados tienen un riesgo de enfermedad grave diez veces mayor y un riesgo de muerte once veces mayor que los que han sido vacunados. (Ver más información) - Las ARN vacunas disminuyen la posibilidad de mutaciones de alto riesgo, que se dan con mayor frecuencia entre la población no vacunada.
Vaccines Will Not Produce Worse Variants. (Ver más información) - Los efectos graves a corto y mediano plazo del SARS-CoV-2 son abismalmente mayores que las reacciones indeseadas producidas por la vacuna. Esto es más significativo después de que hemos superado las 6 mil millones de dosis en el mundo.
- A pesar de las especulaciones y relatos anecdóticos sobre los riesgos de las vacunas para la COVID 19 en embarazadas, tenemos una evidencia creciente del alto riesgo de enfermedad grave y de muerte entre las embarazadas no vacunadas.
- Como con muchas de las vacunas, el nivel de anticuerpos y la protección inmunológica desciende significativamente meses después de las dosis iniciales. Esto hace mandatorio una tercera dosis para grupos de alto riesgo -lo que incluye además de algunas comorbilidades, la edad avanzada-.
- Las personas vacunadas son significativamente menos proclives al desarrollo de las complicaciones de la covid después de la infección. Las vacunas han contribuido a una reducción significativa de casos en los lugares donde se ha alcanzado la mayor cobertura. Alrededor de 46 países han alcanzado al menos una del 60% de la población.
- Las primeras experiencias con la tercera dosis revelan un incremento significativo en la protección, que puede ser hasta de diez veces más en comparación con los vacunados con dos dosis.
- Ante el riesgo constante de mutación del virus, las estrategias basadas en la vacunación y en la implementación de la movilidad social para los vacunados, son las que han demostrado los mejores resultados en términos del ritmo de liberación del sistema hospitalario, la economía y la salud social global. Medidas que pudieron ser necesarias y exitosas en fases iniciales, como el aislamiento social, el cierre de fronteras y la supresión de viajes, ahora pueden convertirse en un serio obstáculo para la recuperación, sobre todo si no están en correspondencia con el nivel de protección alcanzado a través del suministro de vacunas.
¿Es posible la inmunidad de rebaño?
En los últimos días de septiembre oscilamos en torno a los 30 millones de vacunas diarias. De mantenerse este ritmo de vacunación, tardaríamos unos seis meses para alcanzar el 75% de la población, cifra contemplada en el caso de la cepa original para alcanzar la inmunidad de rebaño. Pero según Andrew Pollard, director del grupo de vacunas de la universidad de Oxford, las condiciones han cambiado sustancialmente. A su juicio, con un modelo matemático apropiado, nos aproximaríamos al porcentaje de la población que sería necesario vacunar para alcanzar la inmunidad de rebaño y detener la pandemia. En el caso del sarampión este porcentaje es del 95%, y para otros virus oscila entre el 75% y 85%. Con la cepa original del COVID 19 hubiera sido posible alcanzar la inmunidad de rebaño, pero ante las mutaciones y variantes que se transmiten también entre poblaciones vacunadas, ya no podemos aspirar a lograrlo.
Reconocemos así que en una situación dinámica y extremadamente compleja, con variables que abarcan desde el código genético hasta el código postal -un indicador del estrato social- nadie tiene toda la verdad, no podemos regirnos por dogmas que implican falsas superioridades morales y la demonización de algunos grupos. Las razones de unos o de otros no nos pueden conducir a la sinrazón de atacarnos, cuando ahora tenemos la oportunidad de construir juntos soluciones para todos nosotros y la tierra.
La humildad: un refuerzo indispensable
Entre las cosas que podemos reconocer hoy con humildad, es nuestra ignorancia en un tema extremadamente complejo aún para los llamados expertos, que en muchos casos no terminan de ponerse de acuerdo -si bien es cierto que, por su misma esencia, no es posible la unanimidad en la ciencia-. Necesitamos salir del búnker de los dogmas de cualquier colorido, para reconocer que aún nos queda mucho por aprender. Y, en medio de las dudas, realizar cuanto esté a nuestro alcance para mejorar la calidad de nuestra vida y con ello la calidad de la vida de otros. Porque podemos pecar de temerarios y desafiar las normas mínimas del sentido común y de la salud pública. Pero nada, nada, nos puede conceder el derecho a poner en riesgo la salud de los demás.
Mientras Israel, el Reino Unido, Europa y los Estados Unidos de América se apresuraban a vacunar a sus poblaciones , mientras otros países como Australia y Singapur enfatizaban el aislamiento, el virus se reproducía y mutaba para hacerse más contagioso y resistente en la India, de donde surge la variante delta. Lo mismo podría pasar ahora, si aduciendo la necesidad de la tercera dosis para todos los vacunados, y no para los grupos de mayor riesgo, frenamos la velocidad de vacunación actual que oscila alrededor de las 30 millones de dosis al día. Que por falta de solidaridad no perdamos un esfuerzo logístico de proporciones colosales. Minimizar la cadena de transmisión y la posibilidad de mutaciones más contagiosas y letales en un mundo tan densamente interconectado, es hoy una responsabilidad de todos.
Reflexión del autor
¿Tocamos fondo?
Prefiero la oscuridad misteriosa del fondo a la superficial y pasajera claridad, que siempre se lleva la corriente. Mientras nos dejemos arrastrar por la corriente de desinformación de los distintos bandos, no tocaremos fondo, y quedaremos en el limbo de la ignorancia destinado a los creyentes.
Corea del Sur, Australia o Nueva Zelanda, Israel, o Singapur. Oscilamos de las medidas draconianas y el terrorismo, a la apertura sin rumbo. Damos tumbos entre las aperturas tímidas, abiertas, inciertas temerarias o suicidas y los cierres flexibles, autoritarios, catastrofistas o tiránicos. La cuerda que da sentido a los extremos se ha perdido y con ellos el poco de cordura que nos mantenía aún unidos.
¿Qué nos queda a día de hoy? Podríamos opinar, creer, protestar, culpar, pero va siendo tiempo ya de darnos un baño de realidad. Es tiempo de aprender algunas lecciones aplazadas de tierra, humanidad, clima, supervivencia, responsabilidad. Pero ante todo, necesitábamos todos este baño de humildad, de aprender a navegar por océanos de incertidumbre y aceptar la vulnerabilidad que nos humaniza.
Las infecciones sumergidas, las leves o asintomáticas hacen que lo que no vemos sea lo más significativo. El significado, gris oscuro, gris claro, siempre elusivo, pues más allá de las cifras lo que importa es si hemos aprendido o perdido el curso de esta pandemia, que tal vez sea la primera de una serie que parecen decirnos cómo supuran hoy, también en nosotros, las heridas descuidadas de la tierra.
Aunque duela, que muchas veces el dolor despierta, necesitamos todos un baño de realidad, para que no confundamos los apegos con el amor. Una ducha de incertidumbre para alcanzar la única certeza de la vida: el cambio permanente. Necesitamos superar el sedentarismo endémico, tan cómodo, pesado y gris, para lanzarnos a la corriente rauda del ser.
No podemos seguir alimentando el monstruo de un consumismo que ahora se pretende reencauchar, al precio de hipotecar el espacio, el tiempo, la libertad, la creatividad. La vida.
Autor: Jorge Carvajal P.