Unalma

El telar del alma

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El telar del alma

El alma es como el hilo que ha unido el tejedor a su tejido.

Algunas afirmaciones atrevidas

Como una forma alegórica de pintar un paisaje multidimensional, que para la física y las matemáticas es mucho más complejo, me atrevo a invitarlos a construir metáforas y modelos, para tratar de no perdemos el asombro que podría provocar en la conciencia de un lego, como yo o como la mayoría de los lectores, el diseño de un universo que vibra en toda la naturaleza, incluyéndonos a cada uno de nosotros.

Podríamos partir del supuesto, sustentado en buena parte por la ciencia moderna, de que el universo es un campo de relaciones entretejidas, que se van enrollando en sistemas de sistemas dinámicos y complejos. Cada componente de este megasistema, conforma un tejido con diferentes patrones de ordenamiento de formas y frecuencias, dando lugar a algoritmos y geometrías fractales, conectadas por resonancia a la totalidad.

Este tejido, reiterado en la diversidad y en la gran variedad de sus modificaciones, es una danza rítmica de cambios permanentes. Su estructura primaria es la de unos cuantos diseños esenciales que se disponen en capas de capas de capas, y ondean como grandes olas que contienen otras olas más pequeñas. Así, desde el microcosmos hasta el macrocosmos, este patrón de fractales va conformando totalidades – holones – que son la vez partes de totalidades mayores, y totalidades de componentes menores. Lo prodigioso de este proceso, es la perfecta integración, tanto por conectividad como por resonancia, entre cada parte y la totalidad, como si pudiéramos concebir un hilo o supercuerda sutil que lo integra todo, en un modo multidimensional.

En este tejido, se van formando puntos nodales de entrecruzamiento, en los que parece contraerse el tejido del espacio tiempo. En las mayores condensaciones, estos puntos formarían especies de agujeros negros, en los que la densidad de energía e información es mayor, como en los repliegues del espacio-tiempo.

Este gran campo, que integra todos los campos, es la cualidad que da identidad a cada uno de ellos y el hilo conductor que los entreteje a todos. Es, en la visión sintergética presentada en este documento, el campo relacional, un campo de conciencia no local, que expresa las propiedades del alma.

El hilo conductor

Vamos a tratar de simplificar a través de una metáfora gobal – reconociendo que esto implica un atrevimiento aún mayor – para intentar lograr un atisbo de comprensión. Esa metáfora es la del telar del alma. Concibamos el universo como un tejido de tejidos, entretejido a partir de tramas, que se tejen sobre la misma urdimbre. Llamemos al marco de referencia básico, en el que están templados los hilos de la urdimbre, sobre la que se desarrollará el tejido, el telar del alma. Imaginemos ahora que el alma es el proceso continuo de relaciones en el marco del telar, generado por el movimiento de los hilos sobre la misma urdimbre básica. Así, podríamos apreciar la unidad esencial de la infinita diversidad posible de entramados del tejido, dado que el acto de tejer tiene los mismos comunes denominadores: la trama, la urdimbre y el telar. Este, con los hilos templados de la urdimbre, es como la matriz del orden, que luego será diseñada de una forma única por los contrahilos del entramado.

Desarrollando la metáfora propuesta, consideremos a este conjunto como el telar del alma, y a sus diferentes componentes, así: el marco que lo sostiene todo es la materia, los hilos de la urdimbre y de la trama, constituyen la conciencia, y el diseño único del tejido, el espíritu, un programa que el tejedor, el alma, conoce. El diseño es espiritual, y aporta el plan totipotencial de todos los tejidos y sus combinaciones posibles, presentes en la diversidad de formas de la naturaleza.

El alma y el telar de la personalidad

 

El alma teje en el telar de nuestra personalidad, compuesta por la sustancia del temperamento, que es como la urdimbre biológica, y por el carácter, que es el entramado de hilos que vamos entretejiendo sobre el temperamento. Así, diseñamos un carácter único, sobre la materia prima de los hilos recibidos de los antepasados – el temperamento – para tejer el tejido complejo de la personalidad. En ésta, la urdimbre es como nuestra biología, la trama es como la biografía que en ella vamos inscribiendo, y el resultado es esa integración única que contiene las dimensiones física y mental, matizadas por el colorido de la dimensión emocional.

Para comprender mejor la metáfora del telar del alma, recordemos que en un tejido la urdimbre o “hilo” es el marco de referencia ​ de los hilos que se mantienen en tensión en el telar. Sobre esta urdimbre se insertan otros hilos, y a esto lo denominamos la trama. Independientemente de que la materia prima de los hilos sea lana, lino, seda o algodón, lo importante es la integración de la trama sobre el patrón original de la urdimbre, en nuestro ejemplo el carácter sobre el temperamento. Y luego, progresivamente, en una serie de dualidades que se van integrando, la epigenética sobre la genética, la personalidad y su biografía sobre la biología y, en última instancia, el alma teje sobre la personalidad, y las almas se entretejen como células de un sustrato mayor de la conciencia, o alma grupal.

El alma y el telar de las relaciones humanas

Imaginemos que la mente hila su trama sobre la urdimbre de la materia, que las emociones dan su colorido al tejido, y que el alma anima todo el complejo contenido del telar, para aprender, que es el propósito de la evolución. A nivel humano, este aprendizaje es el del arte y la ciencia del amor, que se entreteje en el telar de las relaciones humanas.

En este nivel evolutivo, el alma conquista la sabiduría, empleando el instrumento de la personalidad, para aprender el arte sagrado de las relaciones humanas, fundadas en la comprensión amorosa. En esta escuela de la vida que es el telar de las relaciones humanas, el alma aprende el arte y la ciencia del amor, tejiendo nuevas conexiones a través del servicio. Este aporta al tejido el colorido de la gratitud, de la solidaridad, de la buena voluntad y el altruismo. Estas conexiones en el telar del alma son como ríos de relaciones, por los que fluye la energía y la información del plan de amor del Creador. El hilo conductor, con sus distintas dimensiones y nombres según nuestra posición como observadores, es el alma. Es el tejedor y el mismo observador. Es la relación y la conciencia. Es ese campo unificado de la creación, que integra todas las formas a su materia prima, la conciencia, que en el estadío humano de la evolución se hace reflexiva.

El alma y el telar de la conciencia

Podríamos ahora imaginar que el mismo hilo, entretejido en múltiples dimensiones, conforma todo el patrón de relaciones, y establece todos los diseños.

Supongamos ahora que la conciencia es como el hilo, que une todos los puntos de un tejido, y los conecta a todos los demás tejidos que, en conjunto, conforman la no localidad de esa conciencia. Esta conciencia entrelazada no localmente, es la expresión del Alma Una, que se manifiesta desde las minúsculas madejas de microtúbulos enrollados en cada célula, pasando por los delgados hilos de las células ciliadas, hasta los hilos más gruesos, que constituyen las arterias y nervios. Podemos apreciar, en esta prodigiosa nanotecnología, la reiteración de patrones fractales ocupando el espacio-tiempo del cuerpo, y conformando capas de membranas con sus distintos espectros de vibración, energía e información. Al observar, en la profundidad del cielo nocturno el cauce de la vía láctea, presentimos que las estrellas son como células interconectadas al gran río de la vida.

El alma y el telar del universo

Los hilos de esta trama, que unifica y refleja el macrocosmos en el microcosmos, son líneas de campo magnético, trayectos y direcciones de campo geométricos, creodas (líneas canalizadoras de cambio) que determinan la dirección de la morfogénesis. Todo se va integrando, superponiendo, entretejiendo y enrollando, en las distintas capas o dimensiones de una inteligencia profunda, que integra flexiblemente todas las dimensiones. El conjunto, conforma un patrón de ondas de ondas, ondeantes, que unifica y da una estructura dinámica, en la que se ordenan desde los átomos, las moléculas, los tejidos y los organismos, hasta los planetas y las galaxias. Todo se va repitiendo con pequeñas variaciones a cada nivel, y se superpone en capas de capas, estratos que procesan diferentes espectros de energía y de información diferente.

La sustancia que integra todas las sustancias, es como el alma. Todas las cosas están tejidas con los mismos hilos o nadis, canales virtuales del campo cuántico, creodas o vías canalizadoras, que se precipitan desde el campo morfogenético a sus respectivas formas. Este campo ordenante omnipresente, el alma una, interpenetra el alma de cada ser.

El telar que nos permite hilar es de naturaleza material, una forma de inteligencia dinámica, que reproduce el diseño de las relaciones entre los hilos. El plano del diseño, es lo que llamamos el espíritu. Y el alma, es el campo integrador del amor que conecta la trama del tejido a su programa original. El programa es como el padre, la inteligencia que ejecuta y precipita este plano en la materia de la naturaleza es como la madre, y el producto de su relación, el hijo, es como el alma.

El alma, es como la conciencia o cualidad de la vida, que interconecta todas los modos o formas en que el espíritu se refleja sobre la materia. Asumiendo la correlación o equivalencia entre el alma y la conciencia, trataremos de encontrar las propiedades de la conciencia, para intentar reconocer con ellas, las propiedades del alma.

Intuyendo las propiedades de la conciencia

Una correlación lejana, nos permitiría comparar espíritu y materia con la fuerza de acción y de reacción, los reactivos de una reacción química, por ejemplo. Y el alma o la conciencia es, en esta metáfora, la enzima o agente catalizador relacional de la reacción entre esos dos aspectos.

Podríamos sintetizar diciendo que el alma es conciencia, campo de relación, hilo conductor que integra espíritu y materia.

Si la conciencia, el campo relacional, es el campo que integra todas las posibles interacciones en la naturaleza, podríamos atrevernos a postular que sus propiedades son las del alma. Desde una visión sistémica, que describe comunes denominadores y correlaciones lejanas entre diferentes sistemas, la búsqueda de las propiedades de la conciencia, que se salen del mundo de las cantidades y entran en el mundo de las cualidades, responderían a preguntas relativas al quién y al cómo, más que a las relacionadas con el qué y el cuánto. Proponemos así, pasar de un modo de concebir un cosmos extenso, definido por extensiones y cantidades, a la concepción de un cosmos profundo e intenso, definido por sus cualidades.

Para ello esbozaremos un código de lectura de lo que los científicos sistémicos, con Gregory Bateson a la cabeza, esbozaron como las propiedades del holón, y trataremos de ver su valor para una concepción integral.

Otros autores y trabajos recomendados:

Ken Wilber – Sexo ecología y espiritualidad.

Ludwig Bertalanffy – Teoría general de sistemas.

Alice Bailey – El alma y su mecanismo.

Las leyes sistémicas del holón y las propiedades de la conciencia

Estas nociones inseparables de relación, conciencia y alma, nos conducen a concebir la posible unidad esencial de todo lo que existe. Tal vez la conciencia, el campo R que conecta y relaciona todos los campos, y el alma, sean conceptos necesarios para acceder a una visión que supere la dualidad, y nos conduzca a una visión integral.

Remitimos al lector a la teoría integral de Ken Wilber, que describe y profundiza en la concepción relacional sistémica. Basta aquí una versión condensada del holón y sus propiedades, para tratar de encontrar su coincidencia con la concepción de los elementos en algunas grandes cosmovisiones, como la de la tradición Hindú aplicada en la ciencia de la vida, el ayurveda. Si logramos establecer los comunes denominadores entre las ciencias sistémicas, la cosmovisión védica, la noción universal del alma, con sus distintos modos de presentación, y la conciencia, estaremos ad-portas de encontrar los fundamentos para una ciencia de la conciencia, del campo relacional que unifica todos los campos, y del alma.

Ciencia, conciencia, alma y relación, como campo integrador de todo con todo, no serían diferentes. Tal vez podríamos salir de la torre de Babel, para diseñar un lenguaje unificado, a través del cual comprendamos que, desde las partículas subatómica hasta las galaxias, todo emerge de y se sumerge en un campo unificado que podríamos llamar tanto alma, como conciencia, o campo relacional. O aún el campo cuántico, cuya conectividad no local pareciera ser una propiedad del mismo campo unificado. Algunas propiedades del campo cuántico como las del entrelazamiento y la superposición de estados, constituirían una sustentación adicional a la universalidad del alma y la conciencia.

Propiedades de los holones y los cinco elementos del ayurveda

Para una segunda parte desarrollaremos el concepto del holón y sus leyes sistémicas y sus correlaciones con las propiedades de los cinco elementos, concebidas como movimientos de la conciencia. En el video que acompaña este documento, disponible en el sitio web unalma.com, tendrán un complemento de la información presentada.

 

Autor: Jorge Carvajal

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