Unalma

Hacia una nueva economía de la comunicación

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Hacia una nueva economía de la comunicación – Por Jorge Carvajal.

En este episodio de Hacia una nueva economía, la sesión 5 de estas charlas, Jorge Carvajal, Luz Mercedes Mejía, Carlos Andrés Arroyave, Pablo Barvo y Gabriel Jaime Arroyave abordan cómo la información, la comunicación, el aprendizaje, la empatía y la vulnerabilidad son claves en la gestión de una nueva conciencia empresarial.

Hacia una nueva economía -  Sesión 5. Una charla entre amigos sobre las claves de una nueva economía

Este encuentro es una propuesta para pensar sobre la nueva cultura, la nueva tierra, la nueva economía, la nueva humanidad. Es un espacio para pensar hacia dónde vamos después de esta crisis mayor y la manera como nos vamos a reconstruir en nuestras familias, nuestras relaciones humanas y nuestras empresas.

Carlos Andrés Arroyave hace un breve resumen de los encuentros anteriores, en el que resalta cómo han venido tratando de entender el impacto de la pandemia frente a la economía de la vida. En estas sesiones han hablado de temas fundamentales como la confianza, la empatía, el equilibrio y la armonía, donde exploraron a través de metáforas del cuerpo y la evolución del ser humano, cómo el adecuado manejo de la energía es una enseñanza que el cuerpo nos da en momentos de crisis, y cómo esta enseñanza se puede transmitir a la empresa de la vida. 

Al final de las sesiones anteriores se hizo una proyección de estos conceptos a futuro, donde se habló del cambio de los modelos de abastecimiento, del consumidor consciente, de tecnología e inteligencia artificial. El cierre se enfocó en el abordaje de la educación: ¿de qué manera vamos a educar a la generación actual y las futuras para afrontar esta nueva realidad, a través de las habilidades blandas, a través de la crítica y el filtro a la información que recibimos gracias a la tecnología?

Jorge comienza esta nueva charla hablando del agua como común denominador de nuestra evolución. El agua es lo más adaptativo, lo más fluido, lo más vulnerable. Independientemente de su estado, siempre es agua y no pierde sus cualidades de adaptabilidad, de vulnerabilidad, de flexibilidad. En ese sentido, la vulnerabilidad es su fortaleza.

A manera de metáfora (que aplica tanto para nosotros como para la economía), la vulnerabilidad es nuestra flexibilidad, nuestra adaptabilidad. Es nuestra transparencia, nuestra coherencia y nuestra humildad. Ser vulnerables nos permite crecer, aprender y adaptarnos.

Sin embargo, al hacer un análisis previo a la actual crisis, vemos por ejemplo que en las organizaciones y las empresas, la vulnerabilidad no era permitida, no era bien vista y definitivamente no era considerada una fortaleza. Ante una situación de crisis como la actual, que nos ha impactado a todos por igual, nos ha costado mucho reconocer que somos vulnerables. 

A pesar de esto, esa sensación de vulnerabilidad nos ha permitido reconocer que estamos enfrentando retos similares, sin importar la posición o el cargo dentro de las organizaciones. Al ser vulnerables, entendemos, nos ponemos en los zapatos del otro, construimos a partir de las mismas necesidades, con foco en los mismos objetivos. La vulnerabilidad en sí nos ayuda a aprender a adaptarnos más ágilmente.

Al revisar la historia reciente, hay ejemplos desde la tecnología donde la arrogancia y el sentimiento de invulnerabilidad han sido los precursores del fracaso de grandes compañías. Ejemplos como el de Blockbuster y Netflix, donde el primero rechazó la propuesta del segundo por presentar un modelo nuevo que rompía con el statu quo, con las prácticas mundialmente establecidas y aceptadas. La falta de vulnerabilidad, la incapacidad de adaptarse, de aprender fue el principio de su propio fin.

La tecnología da la posibilidad de aprender cosas que antes, de otra manera, posiblemente hubiera sido imposible. Es un multiplicador si existe la mentalidad de aprendizaje, la humildad de reconocerse vulnerable, y saber que hay mucho por aprender. Que siempre existe la posibilidad de reinventarse. 

Al hablar de aprendizaje y conocimiento, es necesario decir que sin pausas la vida no tiene significado. Y esto es porque no nos formamos ni aprendemos de la información que recibimos, sino de la información que asimilamos, que procesamos. La información de la que nos apropiamos y volvemos significativa en nuestra vida.

Aprender no es conocer. No es acumular información. Es reconocer, es reconocerse, es sentir y sentirse. Existen diferentes tipos de aprendizaje, y hemos estado centrados mucho tiempo en el aprendizaje cognitivo. La simpatía, la empatía, la cordialidad, la compasión, la solidaridad son aprendizajes emocionales supremamente importantes en el ciclo de la vida.

El tema de la inteligencia emocional se hace evidente en el mundo empresarial, donde hablamos de habilidades duras y habilidades blandas. Bien podría decirse que hace algún tiempo, por ejemplo, las decisiones de contratación eran determinadas por las habilidades duras, al basar los perfiles especialmente en los conocimientos. Hoy en día es claro que las habilidades blandas han tomado gran protagonismo y logran permear y filtrarse en estos procesos. 

Podemos decir entonces que habilidades duras y blandas ahora hacen parte de un mismo perfil. Sin embargo, el concepto del carácter que es esencial en la construcción de la personalidad toma aquí una gran relevancia, porque las organizaciones han de tener en cuenta el potencial de cada persona para desarrollar sus habilidades blandas y habilidades duras.

En las organizaciones (y en la vida) las aptitudes son importantes, pero no pueden ser concebidas sin tener en cuenta las actitudes. El rendimiento y la efectividad no está determinado por las habilidades duras, sino por la correcta conjunción del codo, la mano y el corazón (en el ejemplo de un cirujano que opera a su paciente).

Para cerrar, Jorge habla de la economía de la vulnerabilidad, describiéndola como la economía de la ternura, el brote tierno, el niño. Es lo que se llama la Entropía Negativa, la máxima energía. Es conectar pensamiento y emoción para vivir en sentimientos que nos permitan gerenciar adecuadamente la empresa de la vida. 

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