Unalma

Hacia una nueva economía – La salud y la economía son complementarias

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La salud y la economía son complementarias – Por Jorge Carvajal

Con el pasar de la crisis, estamos llegando a un punto de equilibrio. Ya no hablamos de economía o de salud, porque ambos extremos se han ido revelando no tanto como opuestos, sino como complementarios.  Lo que antes parecía una dualidad ahora se entiende como un proceso de equilibrio cooperativo entre la salud y la economía.

Sin la salud de las personas, no podremos sanear la economía. Sin salud económica se afecta la salud individual, familiar y social.

(Jorge Carvajal)

Hacia una nueva economía - Sesión 3 - Una charla entre Jorge Carvajal y Carlos Andrés Arroyave

Salud y economía son dos riberas de la corriente de la abundancia

Las grandes crisis son oportunidades en las que se acelera la velocidad de los procesos de cambio. Son laboratorios vivientes que nos abren en presente una ventana al futuro. En esos puntos caóticos cuestionamos nuestros modos de vivir el tiempo, la educación, la ciencia, la tecnología, las relaciones humanas. Cuestionan nuestra aproximación a la información, la comunicación y hasta el sentido mismo de nuestra vida en el seno de la comunidad viviente.

Este tiempo de reflexión nos ha demostrado que nos hemos adelantado a nuestro propio tiempo, y lo digital ha tomado relevancia. Sin embargo, lo humano también debería estar tomando mucha importancia en este proceso de redescubrimiento. Este es un momento ideal para prepararnos, para aprender cómo vamos a interactuar con ese futuro, no solo a nivel individual sino también como sociedad.

Se hace entonces vital construir un punto de encuentro donde no se pierda la iniciativa, donde no se anule la individualidad, sin sobrepasar los límites del territorio común, del territorio de “lo nuestro”. Es allí donde nos podemos incluir y desarrollar un lenguaje común.

En la medida en que damos lo mejor de nosotros, en la misma medida nos retroalimentamos con lo mejor. Al sembrar lo mejor de nuestras semillas, obtendremos la mejor de las cosechas para multiplicar la calidad de nuestras vidas.

El valor esencial, que reúne todos los otros valores (empresariales, políticos, éticos, estéticos) sería el valor del ser que se expresa en el servir. La semilla de la evolución es el servicio. En este sentido, para servir mejor, se hace necesario que todos y cada uno de nosotros, como individuos, empresas o sociedad, tengamos la capacidad de aprender continuamente, de reaprender, de des-aprender y finalmente de adaptarnos a lo que el medio nos demanda para ser mejores servidores. Para ser nuestra mejor versión y así, devolver a la vida multiplicado en la cosecha del servicio aquello que un día recibimos de la vida.

Hacia una economía de la abundancia

La experiencia nos enseña que las personas sencillas, las personas humildes, aquellos que reconocen su ignorancia, que mantienen su capacidad de asombro, su capacidad de aprender y des-aprender y así renovarse permanentemente, aquellos que mantienen una actitud de aprendiz durante toda la vida, son personas felices; son personas que ya están en la economía de la abundancia.

Un nuevo mundo

Para la construcción de este nuevo mundo, requerimos una tierra común: la tierra de todos. Esa tierra deja de ser el desierto del egoísmo y es fecunda cuando es una tierra húmeda; una tierra labrada con nuestro sudor, con nuestras lágrimas, con nuestro dolor. Una tierra que cultivamos entre todos para generar la cultura del compartir. En esa tierra del servicio, compartimos la salud de la economía y la de toda la sociedad, a través de un uso ético del dinero, que representa lo mejor de nuestro trabajo, del que tenemos una idea que no corresponde a su necesidad. Luego necesitamos una composta que le de fuerza a la semilla que sembremos, y esa composta es el dinero. A veces no se usa, en muchas ocasiones se usa de manera inadecuada, pero el dinero es necesario para resembrar la tierra, para dinamizar nuestras semillas. Y finalmente necesitamos otra semilla: la de nuestros sueños. Los sueños de un mundo de justicia, donde haya un equilibrio entre la vida y la economía. Una economía para la vida, al servicio de la naturaleza toda en la que se incluye nuestra humanidad.

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