Cómo vivir sin el temor a morir
Entender que la vida y la muerte son parte de la misma corriente nos hace celebrar la muerte como una forma de renovar la vida.
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Entender que la vida y la muerte son parte de la misma corriente nos hace celebrar la muerte como una forma de renovar la vida.
“Cada vida es como una respiración en la gran vida del alma que eres. Cada nacimiento es una inspiración del alma. Cada muerte es como una espiración.
La vida es el agua abundante que corre por el cauce entre las orillas del nacimiento y la muerte. El alma respira. Espira e inspira. La vida, la vida… continúa”.
– Jorge Carvajal
La confusión de la vida con el instrumento del cuerpo nos lleva a la pretensión de atrapar la vida en el cuerpo, y a generar una cultura que consagra la vida al cuerpo en lugar de consagrar el cuerpo a la vida. Nos resistimos a la transitoriedad de la vida en el cuerpo, pues ignoramos que la impermanencia es la clave para el aprendizaje continuo del alma.
Desparece la semilla y surge la planta. Muere la flor para dar nacimiento al fruto. Muere el fruto para liberar sus semillas. Muerte y nacimiento son fases del ciclo continuo de la vida, cuya nota clave es la renovación permanente.
Esta es una meditación reflexiva en la que Jorge Carvajal nos invita a trascender el mundo de la confusión en sus distintas modalidades, para morir al no ser y renacer al ser.
¿Puedes distinguir el agua, de sus diferentes estados o modos de manifestación? Entonces no te será tan complicado acceder al misterio de la vida y de la muerte y comprenderás tal vez, que la muerte es una transición de fase de la misma vida.
Hoy queremos cerrar, con una inmensa gratitud por tu compañía, este capítulo de la vida. Hoy queremos hacerte esta ofrenda, desde el ser que todos somos, y despedir a sintergética para todos, porque en el 2021 naceremos juntos a una nueva página. Queremos dar cabida a todos, con el espíritu de una gran familia humana unida en el alma. Ahora, con todos, somos unalma.
La vida no es lo contrario de la muerte, ni ésta representa lo opuesto al nacimiento. Morimos un poco al nacer pues, más allá de lo que pudiéramos creer, el nacimiento es una pequeña vivencia de muerte. Y la muerte, una gran vivencia de renacimiento. Ambos, nacimiento y muerte, son como las dos orillas de una gran corriente, la vida.
Se han ido de sus cuerpos, sí, pero en nosotros sólo han cambiado su modo de presencia. Ahora no están afuera, viven en nuestro corazón. Sus luces y sus sombras son ahora una parte de nuestro paisaje interior. En una profunda y bella comunicación interna conformamos con ellos la comunión de las almas.
Ante la pregunta de cómo morimos surge una propuesta. Lo que llevamos a la muerte es nuestra propia vida. Morimos como vivimos. Aprender a morir es aprender a vivir, y en el aprendizaje de la vida son cruciales las pequeñas muertes. La de la renuncias, la del desapego, la de los finales, la del sueño.