Cómo vivir sin el temor a morir
Entender que la vida y la muerte son parte de la misma corriente nos hace celebrar la muerte como una forma de renovar la vida.
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Entender que la vida y la muerte son parte de la misma corriente nos hace celebrar la muerte como una forma de renovar la vida.
“Cada vida es como una respiración en la gran vida del alma que eres. Cada nacimiento es una inspiración del alma. Cada muerte es como una espiración.
La vida es el agua abundante que corre por el cauce entre las orillas del nacimiento y la muerte. El alma respira. Espira e inspira. La vida, la vida… continúa”.
– Jorge Carvajal
Las tres confusiones, que te impiden vivir una vida auténtica, invierten el sentido de tu vida: En lugar de consagrar, el cuerpo, el placer y el poder a la vida, terminas dedicando la vida al cuerpo, al placer y al poder.
“… aunque la realidad espiritual de la física y la biología nos demuestran de mil modos que estamos íntimamente conectados a todo, vivimos solos, profundamente sedientos de nosotros, buscando por todos los caminos del no ser la infinita realidad del ser. No siendo lo que somos, nos negamos afirmándonos en la explotación y la destrucción del orden natural que somos.”
Jorge Carvajal
La confusión de la vida con el instrumento del cuerpo nos lleva a la pretensión de atrapar la vida en el cuerpo, y a generar una cultura que consagra la vida al cuerpo en lugar de consagrar el cuerpo a la vida. Nos resistimos a la transitoriedad de la vida en el cuerpo, pues ignoramos que la impermanencia es la clave para el aprendizaje continuo del alma.
Si la vida fuera música, el alma sería ese aprendiz que estudia y ejecuta la partitura, y la personalidad, con sus vibraciones física, emocional y mental, la orquesta de la vida. Hay armonía en nuestra vida cuando logramos la resonancia entre la música del espíritu, el músico del alma y el instrumento de la personalidad.
Cuando no convertimos el dolor en un sufrimiento sin sentido; cuando no nos resistimos a la caída, y aprovechamos su velocidad de cambio para remontar a una nueva vida; cuando desde nuestra vulnerabilidad comprendemos que las mejores semillas son las que germinan en nuestra propia tierra herida, reconocemos que la crisis es la tierra más fértil de la vida.
En la medida en que avanzamos hacia nuestra humanidad, modulamos la expresión de nuestros genes. Y si esto transcurre durante suficiente tiempo, esa expresión se convierte en infraestructura genética.
En la vida, más allá de realizarnos, hemos venido a trascender. Uno trasciende si se realiza, y se realiza si es feliz. Cuando hay felicidad y hay realización puede haber trascendencia. Si todas nuestras acciones están nutridas por el genuino amor, sirven a la humanidad y llevan a la trascendencia.
Muchas preguntas, aún con muy pocas respuestas conocidas, nos revelan que un universo misterioso se esconde en el corazón humano: ¿Existe esa corriente sutil, el hilo de la vida que conecta el alma al corazón? ¿Hay una ruptura de ese hilo en el momento de la muerte? ¿Es sostenible como lo creían los sabios de la antigua china que el corazón atesora la mente? ¿Qué significa el antiguo aforismo “un hombre es lo que piensa en su corazón”? ¿De qué modo el corazón dialoga con el cerebro?
A escala humana podemos decir que renunciamos a nuestra máxima conquista posible, la libertad, y caemos en la dependencia, cuando dejamos de consagrar el placer a la vida y vivimos para el placer. Así nos convertimos en consumidores de placer. Esta es una clave mayor de la dependencia.