Unalma

El aprendizaje de esta gran transición

Aprendizajes2021 Jorge Carvajal

El aprendizaje de esta gran transición

Lo que estamos todos aprendiendo de la crisis actual

 

En tiempos caóticos se aceleran los procesos de cambio, nada vuelve a ser igual y parece más difícil vivir la vida, la muerte, la duda, el amor. Se alternan el miedo, el coraje, la aceptación y el rechazo. Son tantos sentimientos encontrados y opuestos luchando por dentro, que podemos perder el sentido de todo lo vivido. A pesar de todas las situaciones nuevas e inesperadas, más allá de las visiones optimistas o pesimistas, es bueno que hoy podamos celebrar el cambio de calendario con un buen baño de realidad. Aunque no elegimos lo que nos iba a pasar, si tenemos el poder de decidir cómo lo vivimos: Cómo vivir en condiciones de alta incertidumbre, cómo pasar más allá del miedo, la negación o la resistencia y adaptarnos a la corriente para aprovecharla a nuestro favor. 

Muchas cosas están cambiando aceleradamente y, más que reaccionar para terminar convertidos simplemente en reaccionarios de una u otra tendencia, es ahora crucial adaptarnos, salir del viejo mundo de las víctimas y los verdugos, para aprender las lecciones que en el plano personal, familiar y social nos trae hoy un desafío con las dimensiones dantescas de una guerra mundial, de la que ninguna sociedad se puede librar. El qué, el porqué y el para qué de todo lo que está ocurriendo tiene respuestas hoy tan parciales y controvertibles que seguro pasará mucho tiempo antes de llegar a conclusiones coherentes. Pero aún nos queda a todos la mejor opción: elegir vivir esta crisis con la actitud de aprendices, una forma de afrontarla que implica consciencia y responsabilidad. 

Aprendemos así a no ir a la deriva, asimilando las lecciones inmersas en el proceso de cambio. Podemos aprovechar esta oportunidad para expandir la conciencia y renovarnos, sabiendo que estamos condenados a repetir las lecciones no aprendidas. ¿Estamos dispuestos a asumir el aprendizaje a nivel individual y colectivo? Podemos asumir con humildad y paciencia el reconocimiento de que es mucho más lo que no sabemos que lo que ya conocemos. 

Si aplicáramos a la actual coyuntura las leyes del caos que rigen las crisis, tendríamos que concluir que nuestro mundo ya nunca será igual al que vivimos, que mínimos cambios en cada uno de nosotros podrán generar enormes consecuencias para la vida de todos, y que en medio de la turbulencia podemos encontrar las semillas de un orden nuevo.

Asimilar las lecciones de la crisis y atesorar el aprendizaje

Hemos vivido muy de cerca lo fácil que es morir y lo difícil que es aceptarlo, en un aprendizaje acelerado sobre el sentido de la vida y la muerte. 

Hemos aprendido que cada vida cuenta y que somos eslabones de la gran cadena de la vida.

Hemos aprendido de nuestra vulnerabilidad la lección de la humildad.

Hemos aprendido a cultivar la confianza y la esperanza en medio de la tormenta. 

Hemos aprendido que la solidaridad es una expresión real y efectiva del amor. 

Hemos aprendido que todos dependemos de todos y que con nuestra salud personal contribuimos a la salud de todos. 

 

Ahora trataremos de sistematizar estos procesos de aprendizaje global en cinco territorios de la conciencia que nos conducen a la autogestión de la vida.

Cinco grandes territorios de aprendizaje 

En la escuela de la vida humana tenemos cinco niveles de aprendizaje: En el campo físico energético, en el campo de nuestras emociones y sentimientos, en el campo de nuestras ideas y pensamientos, en el campo integrado de la personalidad y en el territorio del habitante interior o aprendiz, el alma que somos Todos, estos aprendizajes se han acelerado en unos pocos años para dar el salto a una nueva cultura de relaciones humanas, nutrida por nuevas cosmovisiones, ciencias, tecnologías y modelos políticos y económicos. Es como si, por fin, estuviéramos ascendiendo a esa humanidad única y diversa que somos. 

La responsabilidad, nuestra capacidad de responder en nuestras relaciones con nosotros, con los otros y la naturaleza, es como una nota de fondo que sustenta estos cinco grandes territorios de aprendizaje. Podríamos afirmar que la responsabilidad en sí misma es nuestro gran aprendizaje humano y la mejor ofrenda que podemos hacer a nuestra familia, la sociedad y el planeta. 

  • Hemos aprendido todos en esta pandemia que la condición de nuestro cuerpo cuenta. De alguna forma con nuestros hábitos y estilos de vida somos escultores de nuestra biología. De cómo vivimos la vida en el cuerpo, de cómo comemos, de cómo dormimos y nos ejercitamos., de cómo ordenamos los ritmos de actividad y de pausa, depende en buena parte nuestra susceptibilidad a la enfermedad. Saber que la forma en que creamos nuestra biografía queda grabada en nuestra biología, es lo que la ciencia llama hoy epigenética. Hemos aprendido de comorbilidades. Morimos prematuramente, envejecemos antes de tiempo, deterioramos nuestra inmunidad y encendemos el programa de enfermedades crónicas y degenerativas porque no sabemos cuidar nuestro cuerpo. Cultivar esa tierra de nuestra biología es una excelente estrategia para afrontar exitosamente desafíos como la pandemia. Propuestas muy sencillas, cuidar nuestra dieta -adoptar una dieta antiinflamatoria por ejemplo-, el ejercicio intermitente intenso, la higiene del sueño, la armonía rítmica de los ciclos de actividad y de pausa. Aprender que el cuerpo como materia es a la vez un patrón de energía que podemos nutrir y sanar con el correcto contacto con los elementos naturales la tierra, el agua, la luz y el aire a los que nuestro campo de energía -campo bioplásmico- es sensible.
  • Hemos aprendido a ser más responsables de nuestras emociones. Tenemos una gran tarea colectiva: superar el analfabetismo emocional, que es la mayor causa de los conflictos humanos y el sufrimiento. La polarización excesiva, el fanatismo en todos los campos es hoy una catástrofe para la ecología humana y la salud de la tierra. El cultivo de una actitud serena nos coloca en contacto con el fondo de nuestro ser. Allí se acaban los miedos, los resentimientos, el victimismo y el derrotismo que son todos producto de la falsa creencia de estar separados. En la serenidad es posible un reconocimiento de la diversidad como esencia de la vida. Sembrados en el fondo de esa paz incondicional que es la serenidad podemos florecer a la alegría y dar el fruto de la comprensión amorosa, la más bella expresión del amor incondicional. Cuando ordenamos la vida emocional nacemos a la compasión, el altruismo y la solidaridad, condiciones esenciales de la equidad y la fraternidad.
    Hemos aprendido a reconocer sin tanto temor la incertidumbre y aceptar la certeza de la muerte como condición de la vida.
    Hemos aprendido que el amor disuelve el temor.
  • Hemos aprendido que es necesario aprender a pensar con claridad para salir de la gran confusión creada por el ruido en la comunicación -“la infodemia”-. Estamos aprendiendo a utilizar nuestra mente más allá del ruido insustancial de la información sin consistencia.
  • Hemos aprendido a avanzar hacia la integridad, la integridad por la coherencia entre el pensar, el sentir y el actuar. Integrar así nuestra biología, emociones y mente en la unidad de una personalidad integrada que caracteriza nuestra identidad, y nuestra autenticidad. Ser personas.
  • Reconocer que esta persona que somos es el instrumento del habitante interior, el alma, el aprendiz en nosotros. El alma es el gran sanador. Expandir así la conciencia es escuchar la voz del silencio, la guía desde el alma. A ese nivel la crisis se convierte en lo que realmente es: una preciosa oportunidad para aprender. Y el aprendizaje, al expandir nuestra conciencia, nos libera. Tomar conciencia es la más sagrada y efectiva de las medicinas.

En síntesis el aprendizaje en estos cinco territorios de la conciencia es la estrategia de la vida para lograr una auténtica libertad, un derecho que nace de nuestra responsabilidad y que podemos ejercer plenamente en el beneficio de todos cuando somos responsables de nuestro cuerpo, de nuestras emociones y de nuestros pensamientos. Cuando somos responsables de esculpir nuestra personalidad como instrumento del creador en nosotros, el alma que somos. Cuando podemos reconocer que con todos los seres humanos somos un alma, y desde ella sentimos el alma de la tierra viva, de la que instante a instante estamos naciendo a la humanidad que somos. 

 

Autor: Jorge Carvajal P.

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