Unalma

Cambiar el mundo, cambiándonos

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Cambiar el mundo, cambiándonos

El sentido de Revolution. Una revolución consciente.

Introducción

Cambiamos nuestra visión del mundo cuando cambiamos la visión de nosotros. Porque nosotros somos la pantalla en la que se inscribe y se modifica nuestra visión del mundo y esa pantalla es producto de sensaciones, percepciones, concepciones y alumbramientos del mundo. Damos a luz el mundo desde adentro, porque al fin de cuentas nuestras imágenes del mundo son elaboraciones internas. Y estas son moduladas por nuestras programaciones y expectativas, lo cual significa que el colorido de nuestro pasado y nuestro porvenir está matizando todo cuanto percibimos.

El observador

Los seres humanos tenemos tres tipos de visión. La primera es la de la apariencia, en la que vemos el mundo como parece ser.

La segunda es la que involucra nuestros deseos, los que superponemos a las formas externas para de esta forma ver lo que queremos ver.

La tercera es la visión de la realidad tal cual es.

Estas son entre otras, tres posibles posiciones del observador que cambian la realidad que observamos.

 

Para comprenderla recurramos a un conocido cuento. Un profesor entra a la clase con un recipiente de vidrio transparente lleno de agua. En él ha introducido su lápiz. Claramente y por las leyes de refracción, se ve cómo la línea del lápiz cambia de dirección al interior del frasco con agua. Pregunta a sus estudiantes de primaria: ¿este es un lápiz partido? Todos a una responden que sí. Es lo que parece ser. Saca el lápiz del agua y se los muestra entero. Explica las leyes de refracción. Acto seguido quiebra su lápiz y lo introduce en el agua. Algunos dicen que es un lápiz entero que al sumergirse en el agua parece quebrado. Saca el lápiz quebrado y lo muestra. A veces vemos lo que es, otras veces imponemos nuestras creencias y conocimientos previos al mundo real.

El cerebro y la visión

Si observamos con la ciencia contemporánea cómo procesa las imágenes el cerebro, nos encontramos que lo que al fin percibimos puede ser muy diferente del mundo externo. ¿Por qué razón? Pues a la imagen inicial se superponen muchas otras que provienen de nuestras programaciones, experiencias previas y memorias. A las entradas le agregamos nuestra propia película interna y eso es lo que devolvemos al mundo. Así nos relacionamos con el mundo afuera. Digamos que más que ver un mundo objetivo proyectamos nuestro propio rollo al mundo. Y ese es el mundo que vemos.

 

Para ahondar en ello veamos un poco qué pasa en el cerebro: Un núcleo denso, el tálamo, recibe las vías que corresponden a la información sensorial aportada por los órganos de los sentidos. Desde el tálamo se proyecta a la corteza cerebral donde la información, llamémosla una imagen se mezcla con muchas otras imágenes almacenadas y programadas, que guardan una relación con la imagen entrante. En última instancia la imagen que percibimos es recreada, modificada y completada adentro. Luego el mundo que vemos es esencialmente una construcción interna, en la que a partir de un elemento externo, elaboramos un paisaje con el colorido de nuestros programas físicos, emocionales y mentales.

El misterio de la atención

¿Cómo podemos mantener la correspondencia entre el mundo que vemos y el que realmente percibimos para que podamos vivir en realidad? ¿Cómo podemos elaborar una visión que no distorsione el mundo original y el observador y lo observado, lo objetivo y lo subjetivo no estén tan disociados?

Esto es un asunto de adónde y cómo dirigimos nuestra conciencia. Si no estamos atentos todas las imágenes que recibimos van a tener la distorsión y el ruido de las programaciones y va a ser difícil acceder al mundo real para adaptarnos exitosamente a él.

El mundo de lo creado tiene sentido real si lo subjetivo no es negado, si sujeto y el objeto guardan una relación de reciprocidad que afirme una relación de refuerzo o constructiva.

Con la lente de la atención nos aproximamos a una realidad que amplificamos y modificamos al interior. Pero es posible que ante la falta de atención el resultado sea una completa distorsión del mundo que observamos.

 

Necesitamos la plenitud de la atención. La conciencia plena. Ahora, aquí, en el universo que se refleja en el cuerpo. Atender es cuidar. Cuidar es amar. Necesitamos atender, cuidar, amar. Cuidarnos, atendernos y amarnos. Así, a dar de lo que somos y cuidar la naturaleza que percibimos, concebimos y alumbramos el mundo adentro. Es lo que necesitamos, lo que no es nada diferente de lo que el mundo necesita. Al cambiar nuestra visión cambiamos el mundo y nos cambiamos. Así nos sumergimos en la constancia del cambio, la única constate de la evolución.

El viaje del sujeto al objeto

El mundo no es tan objetivo como hemos pretendido porque el sujeto lo está modificando. Ni el sujeto es tan subjetivo porque está siendo modificado por el entorno objetivo. Aquí lo que prima es un proceso de permanente cambio en el que sujetos y objetos se modifican permanentemente, y en su interacción desaparece la dualidad. La realidad es inseparable de las relaciones entre sujetos y objetos. Y este proceso relacional es un campo dinámico y unificado. Nada está separado de nada. El observador es modificado por lo que observa, lo que provoca el cambio de su posición de observador, con lo cual se modifica el mundo que observa. Y este proceso de interrelación dinámica es incesante si estamos atentos. Es artificioso quedarse en la dualidad separada de observador y observado, ya que ambos estadíos son partícipes de una sola realidad dinámica en la que están contenidos. El río sin el cauce no sería río: el cauce sin el río no sería cauce y, ambos, se están modificando en el tiempo. Veámoslo así: sin cauce, el agua de una presa se derrama, pero cuando hay una pequeña huella deprimida en torno al depósito de agua esta tendrá tendencia a correr por allí. En la medida en que el agua drena por ese cauce este se va profundizando. El agua, como la vida, esculpe su propio cauce y el cauce permite la salida de una cantidad más o menos grande de agua. Pero ambos se intertransfoman de manera permanente.

Podemos hacer la analogía con el mundo de las ideas. Es como el agua que podría fluir en cualquier dirección, pero el cauce del pensamiento la precipita en una dirección particular. Este cauce es la atención que determina el flujo de la energía de la mente.

Allí donde tenemos nuestra atención llevamos nuestra mente, focalizamos el potencial de nuestra energía y lo preparamos para convertirlo en una fuerza que realiza un trabajo de transformación.

Si al pensamiento añadimos la emoción, nos encontramos con esta un factor intensificador de la profundidad del cauce, que se va quedando grabado firmemente en la tierra del cuerpo. Así funciona el campo neuronal, una acción que se repite va reclutando neuronas hasta que podemos llegar al piloto automático, miles de neuronas conectadas en torno a una función o actividad, que ya no necesita tanto desgaste o esfuerzo.

La atención, agujero negro de la conciencia

Entramos así de lleno en un capítulo eminentemente práctico sobre la conciencia. Esta tiene un uso universal, la atención, una compuerta a través de la cual conciencia, convertida en información fluye en una dirección.

La atención es el agujero negro o el agujero blanco de la conciencia. La clave del bigban o del bigcrunch. Atender a algo es enfocar en ello el potencial de la conciencia y desencadenar el decaimiento de la función de onda. De un infinito potencial, la atención proyecta la conciencia a un estado particular. Prestamos atención, e iluminamos algo intensamente en el presente, sacándolo con esa observación a la existencia.

Damos vigencia actual a las cosas con nuestra observación y el ejercicio de observación es uno de atención. Morimos a todas las cosas cuando en ese instante de presencia, ahora, aquí, nacemos a una sola cosa.

Por eso atender es morir, es nacer, es fluir en presente, y experimentar la presencia como vida que se renueva continuamente. La atención es nuestra ventana de observación al mundo. Por allí proyectamos nuestro mundo al mundo y llevamos el mundo a nosotros.

La atención es el recurso del observador para unirse a lo que observa. En el momento mismo de la observación cesa la dualidad: es un puro proceso de relación en el que las cosas adquieren sus propiedades y su sentido, por su relación con otras cosas. Esta cualidad relacional constituye el campo unificado, el alma de cada cosa, como parte del alma de todas las otras. De allí surgen sus propiedades como las que podemos predecir en la tabla periódica de los elementos, entre los grupos y las familias. De allí surgen las mismas propiedades de la conciencia, asimilables a las propiedades del Holón o todo-parte de la Filosofía de sistemas. Algo es definido por sus relaciones que establecen sus propiedades. Esto es el alma, la cualidad de la vida de cada ser y cada cosa. El agente de conexión que une el observador y lo observado en un solo campo de relación -de conciencia- unificado. Hasta que un día, mirando la unicidad de cada ser humano, nos demos cuenta que esa unicidad es una condición de la unidad, del mismo modo que la luz única que se refleja en cada faceta del diamante hace parte de su unidad indisociable.

He aquí que la única forma de ser completos es ser únicos, y que la unicidad es el componente primario de toda unidad. Lo cual significa ni más ni menos que la infinita diversidad es la belleza, la verdad y la bondad única que desde cada ser contiene y da soporte a la unidad de todos los seres y las cosas.

Revolution

Cambia tu visión del mundo. Mira el mundo adentro. No lo separes de ti. No te separes del mundo de los otros y los otros. Entra en el mundo de nosotros todos, y habla con tus células y los minerales disueltos en ellas. Con la portentosa energía de la evolución animal, con todas las cosechas de luz condensadas en el vegetal.

¿Nos conmovemos? ¿Nos renovamos? Cambiamos nuestro modo de percibirnos y concebirnos sabiendo que estamos concibiendo el mundo, para parirlo nuevo desde el observador que se preña del mundo, observándolo.

Esto es Revolution. Ser el cambio del mundo. Dejar de ir a la deriva y, a través de la plenitud de la atención, entrar ahora, aquí, sin aplazarnos o desplazarnos más, al universo que con todo y con todos somos.

 

Autor: Jorge Carvajal P.

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