Unalma

Misterios del corazón

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Misterios del corazón – Por Jorge Carvajal.

Introducción 

El corazón es el primer órgano en formarse durante el embarazo y es crítico para el suministro de oxígeno y nutrientes para el embrión en desarrollo. El primer latido del músculo cardíaco ocurre tan tempranamente como a los 16 días del embarazo, según lo reporta un reciente estudio realizado por la British Heart Foundation de la universidad de Oxford. (ver artículo)

Segundo a segundo desde la tercera semana de vida, el latido del corazón se repetirá un promedio de 100 mil veces por día, 35 millones de veces por año, y la astronómica cifra de unos 3000 millones de latidos durante una vida promedio. Puede bombear 5 litros de sangre en un minuto y alrededor de 1.5 millones de barriles en toda la vida, a través de una red vascular cuya longitud es de alrededor de unos 100 mil kilómetros, equivalente a dos veces la circunferencia de la tierra.

El corazón genera una compleja partitura de sonidos y ondas electromagnéticas, ondas de presión y ondas térmicas, que aportan su información compleja a través de esta extensa red vascular a todas las células. Si pensáramos que este patrón de ondas es el portador de otras miles de ondas que ondean llevando el espectro de nuestros pensamientos y sentimientos a cada espacio del cuerpo, no nos sorprendería el enorme poder del órgano emperador como gran ordenador de nuestra vida. 

misterios-corazonPero esta función de gobierno de la vida no es autónoma. Responde a la forma en que nosotros mismos gobernamos la vida a través de la alimentación, el ejercicio, los sentimientos y emociones, la relajación, la meditación, el amor, el servicio, el sentido de realización y de trascendencia. Las funciones del corazón pueden modularse con la actividad física, la respiración y los estados anímicos.

Serenarse, alegrarse, acompañar, ayudar, inciden positivamente en toda la dinámica del sistema cardiovascular. El sólo hecho de escuchar música mientras se hace ejercicio puede incrementar hasta en un 25% el diámetro de los vasos sanguíneos. 

El origen de la palabra corazón 

En sánscrito, origen común del vocablo para nombrar el corazón en las lenguas indoeuropeas, el corazón es hrid. Su significado hace referencia a los saltos o latidos del corazón. Para la tradición hindú el corazón representa el cuarto chakra o centro de energía, simbolizado por un antílope en actitud de saltar. 

La palabra corazón se deriva del latín cor, que hace alusión al centro y se asocia al área de los sentimientos. El vocablo sánscrito hrid, sería pronunciado krid por los griegos, luego kridía y más tarde kirdía, que dio lugar al término griego καρδια y al latino cor. Este vocablo cor o sus derivados se mantuvo con la evolución del latín hacia las diferentes lenguas romances. Así, los valencianos, catalanes y baleares utilizan cor, los franceses, coeur, los suizos de los Grisones, cor, y los italianos, cuore

De cor se deriva también la palabra inglesa core, que se refiere a la parte central o nuclear de algo.

(Ver artículo Etimología del Corazón)

El misterio del corazón

A pesar de todos los avances en la investigación, el corazón representa, aún a día de hoy, un misterio mayor: Físicamente es una bomba hidráulica y un generador magnético; biológicamente es un músculo, un cerebro y un órgano endocrino; psicológicamente es un procesador emocional; espiritualmente se ha postulado como el centro de contacto con el alma. Para la tradición hindú se asocia al cuarto chakra, uno de los siete centros mayores de energía, cuya representación es la de un loto de doce pétalos, una especie de zodíaco interior. 

Además el corazón es considerado hoy por los científicos del Heart Math Institute como un oscilador eléctrico maestro que regula todos los ritmos del cuerpo, y como un generador cuántico para el campo de energía que rodea y permea el organismo. La ciencia del corazón está hoy en el mismo corazón de la ciencia moderna y sus extraordinarios hallazgos han sido descritos en la disciplina emergente de la neurocardiología. 

Muchas preguntas, aún con muy pocas respuestas conocidas, nos revelan que un universo misterioso se esconde en el corazón humano: ¿Existe esa corriente sutil, el hilo de la vida que conecta el alma al corazón? ¿Hay una ruptura de ese hilo en el momento de la muerte? ¿Es sostenible como lo creían los sabios de la antigua china que el corazón atesora la mente? ¿Qué significa el antiguo aforismo “un hombre es lo que piensa en su corazón”? ¿De qué modo el corazón dialoga con el cerebro? ¿Es posible transferir aspectos de la conciencia del donante al receptor en un trasplante de corazón? ¿De qué modo nuestro status emocional se refleja en la variabilidad del ritmo cardíaco, y cómo el grado de coherencia cardíaca se refleja en todos los ritmos del cuerpo, incluidos los del electroencefalograma? ¿Por qué muchos infartos pueden ocurrir sin lesión de las arterias coronarias? ¿Existe el síndrome del corazón roto? ¿Se asocian los buenos sentimientos a la salud del corazón? ¿Es posible que vivir de corazón sea una buena receta para una vida sana? ¿Puede ser la compasión la gran medicina que necesitamos los seres humanos? Más que buscar las respuestas haremos algunas consideraciones que pueden ser de interés para poner en contexto un tema esencial para la vida humana.

*Paul Pearsall – El código el corazón. Edaf, Editorial S.A., 1998

Otra visión de la anatomía – El corazón como una cuerda que vibra. 

En la década de los 70, después de 20 años de disección de miles de corazones, el cardiólogo español Francisco Torres Guasp, revolucionó los conocimientos sostenidos por más de 300 años sobre la anatomía del corazón: El corazón está conformado por una banda ventricular continua que se enrolla en una doble hélice. Ambos ventrículos son una estructura única a la que denomina banda miocárdica ventricular.

El Dr Torres Guasp define así esta banda: “Un conjunto de fibras musculares retorcido sobre sí mismo a modo de una cuerda… donde ambos ventrículos son formados por una misma banda ventricular continua que se trenza y gira sobre sí misma en forma de un helicoide y que tiene inicio y final en el nacimiento de ambos troncos arteriales”.

Este modelo implica que la diástole ventricular es un proceso activo ligado a la contracción muscular.

¿Es posible que esa cuerda, templada y afinada por un buen carácter, entre en resonancia con las vibraciones de la cuerda o hilo de la vida, que conecta el sistema de conducción eléctrico cardíaco con el alma? Nos atrevemos a pensar que esa banda ventricular continua del músculo cardíaco es el sustrato físico para la vibración sutil de la vida. En algunas tradiciones el corazón es el lugar de anclaje del cordón o hilo de la vida, una cuerda sutil que transmite la vibración espiritual a nuestra personalidad. 

 

Así, como una caja de resonancia, la personalidad que unifica la conciencia física, emocional y mental, puede llegar a vibrar al compás de la música del alma. 

 

Mucho nos falta aún por conocer y desarrollar en términos de la ciencia y la tecnología para confirmar esas antiguas hipótesis, pero la práctica milenaria del arte de sanar tiene muchas cosas que aportar al respecto. Por decenios muchos grupos de sanadores en el mundo han descrito las experiencias de la reconexión energética del corazón y el alma. 

El campo magnético del corazón

El corazón produce un campo magnético cuya intensidad llega a ser 5000 veces mayor que la del cerebro, pudiéndose medir varios metros por fuera del cuerpo. Las líneas de este campo son portadoras de señales originadas en nuestro interior. Por ello pueden conducir al entorno información sutil, como la de nuestros estados anímicos. 

Los estados emocionales armónicos son inductores de una condición psicofisiológica descrita por los investigadores de HeartMath Institute -HMI- como coherencia cardíaca, que no sólo tiene un efecto ordenante sobre la salud, sino que repercute positivamente en la armonía del entorno. En el centro de investigación del HMI los investigadores han encontrado que el corazón juega un rol central en la generación de la respuesta emocional y en el establecimiento de coherencia psicofisiológica. (ver artículo)

La revista Frontiers in Neuroscience publicó un estudio realizado en Suecia según el cual los cantantes de los coros, además de armonizar sus voces, sincronizan los latidos del corazón – (ver artículo) -. Múltiples investigaciones apuntan en la misma dirección, constatándose que sentimientos como la gratitud, la compasión y de altruismo inducen estados de coherencia que favorecen la resonancia armónica entre el corazón, el cerebro y otros sistemas biológicos. 

El corazón y el alma – Perlas del collar de Indra

En el mito Hindú de la red de Indra encontramos luz para una nueva visión de la red indivisible de relaciones que unen el alma humana, con Dios y con el universo. 

Desde una perspectiva sistémica el organismo humano es un sistema de sistemas, multidimensional, dinámico y complejo, conformado por una vasta red de subsistemas en la que los procesos mentales, emocionales y fisiológicos están densamente interconectados. Si contextualizamos para dar sentido a esta visión, podemos concebir esta red como una expresión de un patrón de organización mayor, la red del cosmos que en el organismo se refleja. 

Esta red se encuentra simbolizada en la cosmología Hindú con el mito de Indra, una deidad mayor, en cuyo collar cada universo es como una perla. En el escrito sánscrito, que aparece en los Puranas hace unos tres mil años, el collar de Indra está formado por una red de cuerdas de seda que se expande al infinito en todas las direcciones. En cada una de sus intersecciones hay una perla de extraordinario brillo, en la que se reflejan todas las demás perlas de la red. 

Estableciendo una analogía lejana, observemos como en nuestra cultura cristiana, una red de Conciencia Crística -el cuerpo místico de Cristo-, establece la comunión de las almas. Cada perla, cada alma en el collar, contiene y refleja todas las demás. En algunas tradiciones, el ánima, alma que anima la vida, se ancla al corazón. Cada ser humano como “aquel que piensa en su corazón” es quien lleva su mente superior, el vehículo del alma, para vivirlo en su propio corazón.

Si tenemos en cuenta la concepción monista que considera la unidad de todas las almas, como fractales o chispas de una sola llama, vislumbramos las implicaciones extraordinarias de una conexión directa entre el alma y el corazón. Porque una tal conexión supone, ni mas ni menos, que nuestro corazón es un punto nodal que ancla toda la estructura del espacio o campo cuántico- la misma red de los hilos de seda del collar de Indra- a nuestro cuerpo. El universo es interior.

El corazón es así un punto nodal central, expresión de la esencia del cosmos vivo en nosotros, una representación local de la no localidad del espacio cuántico – de Brahma o la inteligencia espiritual del espacio en la cosmovisión hindú y el Espíritu Santo en la tradición cristiana.

Ponerle el alma a la vida 

Vivir desde el alma, implica la pureza de intención, la transparencia, la inocencia y la plenitud de la presencia. Esto genera la experiencia céntrica de la plena manifestación del alma en el corazón. 

Pensar como si el pensamiento estuviera matizado por el más noble deseo del corazón. Sentir como si en el corazón vibraran emociones y pensamientos en resonancia con la voz del silencio, la música del alma. Actuar como si cada acción fuera movida por el más noble y puro deseo del corazón. Pensar, sentir y actuar, en un campo unificado de conciencia, caracterizado por la pureza de la inocencia y la transparencia. Esto es vivir de corazón. 

¿Es posible vivir con autenticidad y genuina paz, poniéndole el alma a la vida? ¿Es posible restaurar la belleza de la sencillez para desplegar sin obstáculos el pleno potencial del ser? ¿Es posible encender el fuego adentro, descongelar la vida y restaurar la pasión del compromiso con la causa sagrada de la creación, expresada de un modo único en cada vida?

Vivir de corazón es la respuesta a todas y cada una de las anteriores preguntas. Acceder a la sabiduría del alma es vivir de todo corazón, lo que nos permite experimentar la plenitud que producen la gratitud, el altruismo y la compasión. 

El corazón y la energía del amor

El vernos sometidos a un estrés físico o emocional intenso, como la pérdida de un ser querido, puede rompernos literalmente el corazón. Esto se conoce como “síndrome del corazón roto” o cardiomiopatía de Tako-tsubo, y se presenta con síntomas similares a los de un ataque cardíaco, aunque temporal y pasajero, pues no deja secuelas.

El amor es un torrente de vida que vivifica la urdimbre de nuestras relaciones. La fuente de ese torrente es el alma; el espacio del que está brotando cada momento es el centro; el tiempo en el que discurre permanentemente es el presente. En el más amplio sentido, el corazón es el espacio tiempo céntrico del ahora y aquí. Instancia del alma, el corazón nutre todas las dimensiones del ser. Lleva a través de sus ríos interiores todos los nutrientes de la vida física, el alimento sutil de la vida emocional y la materia prima de los sentimientos en los que vivimos. 

Aunque esté programado para latir automáticamente y sostener la vida vegetativa, nuestro corazón cualifica la emoción y el pensamiento y es el soporte de nuestros sentimientos.

 

Si no vivimos la vida desde el centro, todas las acciones pierden su valor. Si no tiene raíces en el corazón todo pierde significado. Sin la savia del corazón no podríamos florecer. Como fuente mayor de energía en el cuerpo, el corazón no sólo recibe, enriquece y proyecta la sangre que nutre todas las células sino que refleja el estado emocional. Si hay armonía, hay alegría, compasión y gratitud. Y estas entran en resonancia con la vibración del alma que se expresa en la vida como una corriente de servicio. 

Cuando hay armonía emocional se produce coherencia cardíaca, un estado de unificación en el que pensamiento y emoción se armonizan con la acción. El corazón es ese centro desde el cual la energía del amor en movimiento da valor al pensamiento, al sentimiento y a la acción. Antes de pensar, lo sabemos en neurociencia, sentimos. Así, la emoción va a una velocidad mayor que el pensamiento y lo cualifica.

La invitación es a ponerle el alma a la vida, viviendo de todo corazón. 

 

Autor: Jorge Carvajal

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