Unalma

Muerte, transición y aprendizaje

muerte, transición y aprendizajes

muerte, transición y aprendizajes

Muerte, transición y aprendizaje.

Cuando el hielo se derrite, desaparece, pero su sustancia, el agua, no se pierde. Cuando tu cuerpo y tu energía se disuelven, tu sustancia, el alma, permanece.

En el continuum de la vida, que incluye las grandes transiciones del nacimiento y de la muerte, podemos intuir un proceso de aprendizaje permanente. Cuando el hielo se derrite, desaparece, pero su sustancia, el agua, no se pierde. Cuando el cuerpo y la energía se disuelven con la muerte, la sustancia, el alma, permanece. La vida, que en esencia eres, no se pierde con la muerte.

El hilo de la madeja desaparece en el tejido que el tejedor diseña. Es la perpetua historia de la muerte que revela el proceso por el cual las formas se disuelven y la vida se recrea.

¿Puedes distinguir el agua, de sus diferentes estados o modos de manifestación? Entonces no te será tan complicado acceder al misterio de la vida y de la muerte y comprenderás tal vez, que la muerte es una transición de fase de la misma vida.

Las transiciones de fase son instancias de profundo cambio, en las que un sistema cambia sus propiedades y su modo de manifestación. Constituyen un proceso de aprendizaje intenso, en las que se presenta la metamorfosis y emergencia de un sistema que expresa con sus nuevos modos de manifestación, propiedades nuevas. No hay mejores ejemplos de estas transiciones que los del nacimiento y de la muerte, que son como las dos riberas del río de la vida, cambio es permanente.

Transiciones de fase, cambios cualitativos, desdoblamientos, emergencias, todo lo que sucede en el límite intangible que une los finales y comienzos, nos explica porqué, aunque no seamos conscientes de ello, en la muerte y en el nacimiento estamos todos sometidos a un proceso de aprendizaje intenso. Este proceso es el resultado de un legado evolutivo de infinidad de capas acumuladas de experiencia, que constituyen esa inteligencia profunda que conforma el sustrato de nuestra conciencia.

Entre la onda y la partícula, un observador consciente puede generar, según su punto de observación, esas transiciones de fase. Su actitud puede incidir de tal modo en lo que observa, que el mismo observador precipita la transición de fase para que aparezca la onda y desaparezca la partícula, mientras permanece la entidad del cuanto de luz o fotón. Así, podemos abstraernos del cuerpo para revelar que también somos energía. Un proceso continuo de muertes y de nacimientos, nos lleva a través de las transiciones de fase entre la materia y energía y la información y la conciencia,

Los desdoblamientos se suceden al pasar de la partícula a la onda, o del campo físico al campo de energía. Y así, progresivamente, las emociones inferiores o impulsos, se desdoblan en emociones ordenadas y ordenantes, que llenan la vida de sentido. Y éstas se disolverán en el mundo de los pensamientos para generar sentimientos en los que también vivimos. Vivir es ese proceso continuo de muerte y de nacimiento, que un día conduce a la llamada muerte, un proceso de disolución mayor. El moribundo puede experimentar, en poco tiempo, una cascada de desdoblamientos progresivos, desde los estados ordinarios en los que se asume como el cuerpo, hasta disolverse en un estado expandido de conciencia, que quizás experimenta como su propia esencia.

Vivimos en un permanente proceso de transiciones y desdoblamientos que ocurren desde la pequeña muerte representada en renuncias, pérdidas, finales y desapegos, hasta el proceso de morir en el que la tierra del cuerpo y la energía se disuelve en el agua de las emociones y éstas, por acción de fuego, se disuelven en el cielo de la mente. Al final, en el campo cuántico donde somos universo, la conciencia no local se integra al ser, así como una gota regresa a su océano de vida. La criatura regresa al Creador, y el proceso continuo de creación, que tal vez es la misma evolución, continúa.

 

Autor: Jorge Carvajal

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