Unalma

La economía y la empresa de la vida

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La economía y la empresa de la vida

En esta charla, Jorge Carvajal y Carlos Andrés Arroyave conversan sobre la economía a partir de la metáfora de la empresa de la vida. Esto adquiere especial relevancia en un período de emergencia planetaria que nos aboca a generar nuevos modelos económicos.

La destrucción masiva de empleo y el tejido empresarial, y la gran tensión a la que son sometidos los presupuestos nacionales y los sistemas de salud, nos llevan hoy a tratar de dar una respuesta a la pregunta: ¿Debemos dar prioridad a la salud o a la economía?

La economía y la empresa de la vida - Una charla Jorge Carvajal y Carlos Andrés Arroyave.

¿Cómo vamos a encontrar un equilibrio dinámico en el que la economía y la salud sean consideradas ambas como factores esenciales para la gestión de la vida?

Alcanzar el equilibrio entre estas dos riberas implica encontrar el cauce que las une. Supone llevar el pasado que vivimos y el futuro que soñamos al presente y encontrar el sendero del medio. Reconocemos que ese equilibrio entre salud y economía es inestable y dinámico, tanto, que hemos de estar atentos para realizar ajustes pertinentes según las circunstancias cambiantes.

Una propuesta esencial ahora para la economía empresarial, es tener en cuenta en el presupuesto factores relegados como el cultivo de la empatía. Considerar además de la inteligencia cognitiva, la inteligencia emocional para ser más empáticos en nuestras relaciones socio-laborales.

A nivel empresarial es hoy fundamental la promoción de un tipo de liderazgo empático. Ese liderazgo fundado, mas que en la normatividad y las palabras, en la comunicación desde la vida y el ejemplo, puede conducir a la humanización de nuestras empresas, para que cada quien tenga sentido de pertenencia y asuma las tensiones adaptativas con pleno sentido de pertenencia.

Simpatía, comunicación armónica en el plano físico, y empatía que genera armonía emocional, nos conducen a creer en los otros y en nosotros. Esta fe, que ya no es ciega y se fundamenta en la vida, genera un sentimiento de confianza que afianza nuestras relaciones en el seno de la empresa. Así nos fiamos de nuestros líderes aunque se equivoquen, porque son vulnerables a nuestra humanidad, conscientes de nuestras necesidades. Son confiables, no porque son perfectos. Lo son por su humanidad que resuena empáticamente con la nuestra.

Comenzamos a restaurar la balanza que está hecha de ese equilibrio armónico, en el que nos comunicamos con el otro, respetándolo, aceptando la diversidad y enriqueciéndonos de su presencia, mientras el otro se comunica con nosotros sin que tengamos que perder nuestra individualidad.

En ese sentido la simpatía no establece esa cadena jerárquica de ordenamiento vertical al que estamos acostumbrados, sino esa horizontalidad en la relación en la que nosotros no somos “el gerente” o “el presidente”, sino que somos el amigo, el hermano con el que pueden contar y que saben que está dispuesto a escuchar.

Una empresa u organización no puede ser únicamente un lugar físico, ni una serie de normas o la aplicación de una cierta tecnología productiva. Una empresa es no local pues tiene a la larga un impacto en toda la sociedad en la que se desarrolla, que incluya a su personal y sus familias. No termina en sus propios objetivos porque incluye la corriente subjetiva de un complejo sistema cultural, que incluye cadenas de producción y distribución y nichos de consumidores. Visto en una perspectiva global estos son los más importantes accionistas de la empresa.

Encendemos el fuego de la vida en la familia, aprendemos en la escuela, emprendemos en la empresa y desde ese emprendimiento nos podemos mejorar como personas. Así, la gran empresa que es la vida nos va humanizando. Regresamos al origen la familia, nuestra primera empresa. Tenemos esa reciprocidad entre la familia, la escuela, la universidad y la empresa que se vuelve también una escuela de vida. Una empresa es un órgano en este sistema vivo de la sociedad.

En el plano social, al igual que en el plano celular y del organismo, cuando la energía está adecuadamente distribuida, nosotros estamos preparados para afrontar las crisis y emerger a un nuevo nivel de aprendizaje.

Si en este momento el organismo del país está en crisis, obviamente la sangre, la economía, el dinero va a estar dirigido precisamente a aquellos sectores que más lo necesitan.

La vida es un sistema de conexiones armónicas, que se adapta permanentemente, en presente. Cuando esos sistemas de adaptación y de intercomunicación se pierden, es decir, cuando se pierde por ejemplo la confianza en el cerebro, en el gobierno del país, entonces la sociedad no danza, no avanza. Perdemos el sentido de la vida.

Finalmente se nos hace una invitación para comprometernos a re-pensar la empresa de la vida, ascender a una nueva normalidad sin prescindir de aquello que ya habíamos aprendido, pero usándolo de un modo renovado y creativo.

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