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Cómo aprender las lecciones del temor

Cómo aprender las lecciones del temor

Todas las emociones representan estrategias de aprendizaje ya establecidas desde las formas de vida más primitivas. La evidencia es la conservación por centenares de millones de años de moléculas o códigos de inteligencia que transmiten las señales adaptativas de supervivencia y las anclan en la biología, desencadenando movimientos que conducen la información y la energía hasta las células. Una de esas emociones cruciales en todo el proceso evolutivo de la vida es el temor.

 

El Temor moviliza o paraliza. Genera explosiones, implosiones, emergencias. Mueve cantidades ingentes de energía destinadas a preservar la vida. Nos saca del modo habitual de flujo suave y lento de energía, lanzándonos en ocasiones a la psicofisiología extrema del ataque o de la huida. Con sus mil caras, el temor asume la forma de acorazamiento o estampida, de ira liberada o reprimida, de parálisis por exceso de control o de actividad irreflexiva.

 

El temor de perder el control nos puede llevar al desgaste continuo del perfeccionismo. Si la amenaza real o ficticia se queda congelada, puede convertirse en un estado de vigilancia intensa, que altera noche y día las constantes fisiológicas y programa el gasto de energía en un modo de consumo permanente. La vivencia del miedo extremo puede convertirse en un estado de shock postraumático en el que la energía del miedo represado sólo encuentra salida a través de flujos inconscientes, por los cuales lo psíquico se precipita en lo somático.

Las mil caras del temor

El temor está así en la base de la enfermedad psicosomática y, cuando ha sido aplazado o reprimido, en lugar de ser una lección por aprender, es generador de múltiples enfermedades con sus síntomas: ansiedad, angustia, taquicardia, hipertensión, gastritis, estreñimiento, diarrea, broncoespasmo, tensión neuromuscular, alteraciones inmunes, vértigo, insomnio, déficit de atención, problemas de aprendizaje. Cualquiera de estas condiciones puede ser, entre muchas otras, una válvula de escape del miedo.

 

El poder de la programación y la dimensión colectiva del temor

Cuando un animal, una manada, un ser humano o una sociedad se sienten acorralados, pueden quedar inmersos en las poderosas corrientes adaptativas del temor. El resultado es la respuesta individual o colectiva de ataque o huida.

En una dimensión colectiva, la respuesta al temor está grabado en la biología de todas las especies animales como una valiosa estrategia de supervivencia. Por ello trasciende la conciencia individual y sumerge en el inconsciente profundo de una conciencia primitiva que nos contiene. En esa corriente pre-personal, el miedo del individuo se contagia al grupo, y el miedo grupal refuerza y acelera el temor de cada individuo.

También el temor se ha inscrito en el inconsciente colectivo a través de la cultura que literalmente representa la manera en que nos cultivamos o nos cultivan. Como sistema de creencias que determinan el modo de relacionarnos con nosotros y con el mundo, en la cultura el mundo de las ideas se transforma en el de las ideologías. Allí caben el miedo programado al infierno del castigo, con el que se regula el comportamiento de sociedades e individuos. Estas programaciones han sido utilizadas en el campo de la educación, la filosofía, la política y las visiones dogmáticas de la religión y de la ciencia como un poderoso instrumento de los grupos de poder para mantener su dominio.

Un aprendizaje reducido culturalmente a la programación y la domesticación, utiliza la combinación de garrote y zanahoria – castigo o recompensa – para generar respuestas condicionadas individuales o colectivas adaptadas muchas veces a los intereses de los programadores. Una de las estrategias de todas las formas de esclavismo, con sus variantes antiguas o modernas, es la de crear desde la arbitrariedad y la violencia una reacción sostenida de huida que lleva a sociedades enteras hasta de fatiga extrema y parálisis reactiva. Esta ha sido una estrategia del totalitarismo para perpetuarse en el poder. Quedar atrapados en los dogmas de ideologías extremas conduce a la renuncia a la responsabilidad y la libertad, a cambio de migajas que garantizan la supervivencia más que la vida. La manipulación a través de la tortura del miedo es la peor forma de injusticia y es una forma de atentar contra la vida.

Otras caras del miedo

Las modalidades desadaptativas del miedo, como temeridad o pánico, terror o terrorismo, se han convertido en programas que modulan negativamente nuestra bioquímica más ancestral y la epigenética que determina nuestro comportamiento.

¿Hay miedo en la ira? ¿En la depresión? ¿En la obsesión? Así como no podemos hablar de razones puras, pues las razones están matizadas por un colorido emocional, no existen prácticamente emociones negativas en las que el temor no esté involucrado. En la práctica clínica vemos cómo detrás de una depresión que se resuelve se libera la ira retenida, como si la energía de la ira no expresada hubiera contribuido a la condición depresiva. En las obsesiones observamos una necesidad de mantener el control a toda costa, por ejemplo, la necesidad de la limpieza en el plano físico y emocional son una manifestación del temor a las infecciones o al sentimiento de culpa y el miedo al castigo.

Movidos entre el castigo y la recompensa nuestro temor a la muerte puede estar simbolizado por ejemplo en el miedo de vivir la pequeña muerte del dormir que puede estar en la génesis del insomnio. En la ansiedad anticipatoria puede quitarnos el anclaje en el presente y provocar el pánico.

Muchas enfermedades psicosomáticas son expresiones del miedo congelado. El sentirse amenazados lleva a contracturas y acorazamiento neuromusculares que están detrás de los bruxismos, los dolores de espalda, las cervicalgias y los lumbagos.

El desequilibrio del sistema nervioso vegetativo es el origen de muchas enfermedades funcionales, en las que todavía no hay un compromiso o daño orgánico.

Aprender del temor

El miedo ha tenido en la evolución un gran valor para preservar la vida. Sirve especialmente en situaciones de emergencia, pero no podemos vivir la vida desde las respuestas programadas para las condiciones extremas.

La empresa de la vida tiene en el complejo límbico de la amígdala cerebral un gerente para la administración de la energía en situaciones de emergencia.

Este gerente emplea la información y la energía del cerebro reptil y el cerebro mamífero, utilizando los automatismos para sobrevivir. Pero una vez salidos del régimen de supervivencia, reconocemos todos que no vinimos solo a sobrevivir. Que vinimos a vivir. Y esto es posible cuando aprendemos las lecciones generadas por el temor:

  • Descubrir el correcto sentido de las proporciones. No subvalorarnos. No sobredimensionarnos. Reconocer nuestros límites para superarlos. Saber que sin el sano temor a las recaídas no nos cuidaríamos.
  • Aprender del poder transformador del temor, vivirlo conscientemente para trascender la reactividad primitiva de ataque o de huida.
  • Reconocer la incertidumbre. Saber que no existe la seguridad absoluta, y que el sentimiento de seguridad surge del presente y no puede provenir del bunker congelado del pasado, ni de la certeza del futuro.
  • Escuchar el mensaje de nuestros miedos como si fueran maestros. Abrazarlos. Aprender las lecciones que nos traen.
  • Saber que no hay seguridad posible sin que esté dentro de nosotros. Que la seguridad no es una conquista externa. Que toda forma de dependencia es como una muleta que nos impide caminar libremente por la vida.
  • Fiarnos de nosotros. Afianzarnos. Recuperar la confianza. Confiar en nosotros para ser el punto de partida hacia el universo que creamos y construimos desde adentro.
  • Reconocer nuestro potencial. Desarrollar los talentos para superar nuestros límites.

 

Sólo el miedo no reconocido puede atentar contra el poder del ser. Pregúntale a tu cuerpo por los miedos que se han quedado congelados. Escúchalos, abrázalos. Derrítelos. Y reconoce que los grandes aprendizajes del temor que son la confianza, la prudencia y la seguridad, liberan las energías que te permiten hacer el viaje hacia el amor.

Regresa a ti. Asume el control. Orienta las velas de la vida hacia el horizonte interior, y vuelve al centro donde tu luz disuelve las sombras del temor.

 

Autor: Jorge Carvajal P.

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