Unalma

Vivir espiritualmente la crisis

Vivir Crisis Espiritualmente Jorge Carvajal

Vivir Crisis Espiritualmente Jorge Carvajal

Vivir espiritualmente la crisis

 

En esta onda ondeante del universo, todo cuanto existe puede concebirse como un nivel vibracional del espíritu. Crestas, valles, olas, conectividades, correspondencias, resonancias de refuerzo y anulaciones, forman una intrincada red de relaciones, en las que cada parte es inseparable de todas las demás. Epidemias, zoonosis, incendios, erosiones, cambios climáticos, selvas, océanos, migraciones y mestizajes, están tan integrados al devenir humano, que la salud de nuestras culturas no puede no repercutir sobre toda la comunidad viviente. 

 

Porque toda la naturaleza es la danza del Creador y refleja su belleza, también este dolor, esta resistencia, esta vulnerabilidad humana y la actual herida planetaria, son oportunidades de aprendizaje espiritual. La espiritualidad es nuestra resonancia con los ritmos de esa gran danza. Aprender es la tarea de la vida, que a nivel humano consiste en expandir la conciencia para salir de la ignorancia. Cuando nos resistimos a las lecciones de este gran proceso de aprendizaje que es la evolución humana, quedamos condenados a la ignorancia y a su secuela mayor: el sufrimiento. Hay dos maneras de vivir la crisis, como aprendices o como víctimas. Vivir espiritualmente es asumir la actitud del aprendiz, que en nosotros es el alma. 

La crisis es tierra fértil para la cosecha de una nueva vida

¿Cómo las sombras externas señalan la dirección de nuestra luz, adentro ? 

¿Cómo se acrecienta con la muerte la conciencia de la continuidad de la vida?

¿Por qué la luz del alma es precedida por las noches más oscuras? 

¿Cómo es posible que en medio del abismo todo se ilumine? 

¿Qué sucede cuando paradójicamente la luz nos deslumbra y enceguece? 

¿De qué modo puede este dolor ser un revelador del amor? 

 

Cuando no convertimos el dolor en un sufrimiento sin sentido; cuando no nos resistimos a la caída, y aprovechamos su velocidad de cambio para remontar a una nueva vida; cuando desde nuestra vulnerabilidad comprendemos que las mejores semillas son las que germinan en nuestra propia tierra herida, reconocemos que la crisis es la tierra más fértil de la vida. En esta crisis estamos aprendiendo a cultivar una nueva cultura de relaciones con toda la comunidad viviente, y comprender que uno sólo puede ser siendo, que es un modo de vivir aprendiendo permanentemente. Así aprendemos a encender el fuego, ese gran alquimista del amor que nos permite asistir a un continuo nacimiento.

 

Esta gran crisis constituye un parto colectivo: desde la matriz de la naturaleza nacemos a la condición del alma, la del aprendiz que en nosotros es feliz. Nacer al alma, el observador, renunciar a la falsa identidad de la víctima, y asumir la hermosa responsabilidad de ser realmente quienes somos. En esa autenticidad asumimos el poder de dejar pasar la luz, enriquecerla, renovarla y recrearla para el mundo, aportando nuestro paisaje único. Así participamos del proceso creador, nos recreamos y creamos un nuevo mundo desde abajo y desde adentro. 

Así aprendemos que aprender es nuestro sendero.

Aprendizaje y crisis 

Con las mismas estrategias que originaron la crisis no podremos crear las nuevas soluciones. 

Las crisis son la oportunidad para asumir la postura de aprendices, y así aprender lo que sólo se aprende con la vida. De este modo podemos comprender nuestra participación en la gestación de los problemas e implicarnos de todo corazón en sus soluciones.

 

  • Las grandes crisis de la vida no son producto del azar: son procesos sistémicos que pueden acelerar la evolución, concebida como una corriente de continuo aprendizaje colectivo en el que están implicados todos los sistemas vivos.
  • Estamos en el seno de lo que es como la tercera guerra mundial. Pudo sin duda ser prevenida y evitada, y será más o menos prolongada, en función de nuestra capacidad de afrontarla a través de la única arma realmente efectiva: elevar nuestro nivel de conciencia colectiva. 
  • Estamos asistiendo a la extinción de miles de expresiones únicas de la vida que la tierra generó durante centenares de millones de años. Esta catástrofe colectiva nos exige la búsqueda de soluciones que implican a todas las naciones, etnias y culturas humanas. 
  • La crisis de la economía y la salud es endémica y no se puede desligar de las soluciones aplazadas a crisis previas. Todo esto se conjuga con el efecto invernadero, la catástrofe ecológica ocasionada por el deterioro medioambiental y los hábitos de consumo que han convertido al ser humano en otra mercancía. 
  • La crisis tiene un efecto catalizador que acelera el necesario cambio de conciencia. Cambiamos rápidamente nuestra visión de la naturaleza y de nosotros mismos Ese cambio de visión es el comienzo de nuevas formas de ver la política, la salud, la educación, la ciencia y la economía.

 

Hemos aprendido de la reciprocidad y la interdependencia, hasta darnos cuenta que lo que le hacemos a la naturaleza nos lo hacemos a nosotros mismos. Y que lo que nos hacemos a nosotros mismos, se la hacemos a toda la naturaleza. 

Hemos aprendido que el llamado a la responsabilidad colectiva de la actual crisis es una oportunidad para salir de la contagiosidad de la manipulación y el victimismo. 

Hemos aprendido que la responsabilidad no es de los unos o los otros. Que ahora, más que nunca, la responsabilidad es de todos. 

Sólo con una gran esfuerzo colectivo podemos dejar de ser parte del problema e integrar juntos esas corrientes de energía de la buena voluntad que constituyen hoy un gran caudal humano para la construcción de un orden nuevo.

Así podremos ser, con todos, parte de la solución.

 

Autor: Jorge Carvajal P.

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